¡Homo, nosce te ipsum!

La medicina ha tenido que pasar por diferentes fases. Los antiguos consideraban la enfermedad como un castigo del cielo y al médico como representante de Dios para curarla. En la actual religión hay de esto ciertas reminiscencias; en México, por ejemplo, hay una imagen a la cual acuden las esposas que quieren deshacerse de sus maridos. Durante el sueñ6 de éste, lo miden con una cinta y se la llevan a la Virgen; es de notar que el culto de la imagen es numerosísimo, pues son muchas las señoras que llevan velas en señal de agradecimiento.

Estas ideas que en la Edad Media llegaron a todo su apogeo consiguieron la reacción contraria y llegó el materialismo en medicina; y después la ciencia natural con su acopio dé instrumental es, y la química con sus reacciones, afianzaron más este materialismo, produciendo un profundo desconsuelo. Aunque la gente acudía a la Iglesia, en el bufete y en el laboratorio se mofaban de la religión y de la filosofía, de Dios y del alma, y para mí fue Kant quien puso el primer puente firme entre la ciencia natural y la filosofía.

No menos mérito tienen para mí Gabano y los demás hombres de ciencia que tras la teoría de las reacciones químicas, sentaron la de su fuerza eléctrica, llegando a formar un conocimiento positivo de las corrientes bio-electro-magnéticas, base de la Quirología actual.

Artemidor escribió, en tiempo de Antonio, una obra en defensa. de la Quirosofía, que es una prueba de que en aquel entonces ya estaba el campo dividido. Había médicos que’ aceptaban el diagnóstico quirosófico, y otros que lo combatían.

Artajerjes I, Rey de Persia, que vivió unos 460 años antes de la era cristiana, tenía, según el historiador Plutarco, manos muy grandes .que correspondían a sus facultades morales, ‘y por ello lo llamaban el Makrocheir o Longímano.

Julio César, según los historiadores de aquella época, no admitía a nadie en su Corte sin antes .haberle examinado la mano. En la Edad Media, el médico más afamado que propaganda la Quirosofía era Paracelso; luego, en Cataluña, Arnaldo de Villanova se ocupó mucho de ella.

Uno de los padres jesuítas más célebres, en memoria del cual se ha denominado un museo en Roma, me refiero al alemán Kircher, quien vivió en mil seiscientos y tantos, fue un decidido defensor de la Quirología y hoy entre sus hermanos tenemos sabios quirólogos, lo que no quita que haya otros religiosos que nos combatan con verdadero fanatismo.

Harlitd, en el año 1448, escribió el primer tratado quirosófico, obra que sirvió a todos los demás quirosofistas para basarse en ella.

En el siglo XVI tenemos a Indagine, y en la. Universidad de Halle encuéntrense en los archivos los apuntes de las clases que se dieron sobre esta ciencia, desde 1650 a 1780. Parece que después de esa época, en los tiempos de Napoleón, se combatió la Quirología, hasta que Desbarolles y d’Arpentigny volvieron a ocuparse de ella, sacando del polvo de los archivos las obras antes citadas.

En los últimos decenios, la literatura es de poco valor, sobre todo la: francesa. Hay una obra en inglés que tiene un material inmenso -trae las manos de Gladstone, de Chamberlain, de Ingersoll, de Mark Twain y de la señora Besant-; pero ningún quirólogo se ha querido especializar en el diagnóstico médico; todos escriben, más, bien, sobre asuntos quirománticos; es decir, tratan de averiguar el carácter de la persona y su pasado, para deducir el porvenir.

En Alemania tenemos dos médicos célebres: Schrenk Notzing y el Dr. Lomer, que han hecho experimentos de un mérito indiscutible; y al lado de ellos, un médico suizo, Ottinger, y un particular, Issberner-Haldane, que han ocupado toda su vida en comprobar el diagnóstico y ellos están completamente conformes con mis observaciones propias y hemos trabajado sin saber unos de otros.

Yo, por mi parte, en mis largos años de experiencia médica, he podido juntar un gran cúmulo de diseños de la mano, que no bajan de 50.000.

Creo ser el único en España y América, que se ha dedicado a ella. No me cansaré de invitar a todos a que secunden mi labor. Para ello se necesita una gran dosis de paciencia y abnegación. La mayor parte de los compañeros, aferrados a la rutina y sequedad de la clínica, rechazan esto sin discusión.

Pero el tiempo los vencerá.

No se debe confundir la Quirología con la Quiromancia. No es que no valga la pena estudiar esta última. Yo lo he hecho e invito a cualquiera de los que se anuncian, a que conozco la materia a fondo y predigo lo que quieran.

Últimamente ha salido a luz una obra que lleva el título: «La mano como guía para el matrimonio».

El autor dice, sinceramente, y esto le honra mucho: «No vayas a creer, lector amigo, que este libro sea creación mía; nada de esto. Los creadores de la Quiromancia, mejor dicho, Quirgnomonia, son: el abate Michon y el capitán d’ Arpentigny. Yo no he hecho más que arreglar y dar a conocer lo que estos dos publicaron».

Ahí tenemos el defecto de estas obras: les falta el sello personal; uno copia del otro. Y creo que el abate Michon, honra y prez de la Iglesia Católica, no tuvo necesidad de que le arreglaran su obra.

Ahora, que el profesor citado se contradice al poner bajo el título el «traducido del alemán», ya que creo, mejor, estoy seguro, que ni d’ Arpentigny ni Michon escribirían en alemán.

La labor mía es fruto de mis observaciones. Por esto será el único libro que podrá tomarse con confianza por médicos, enfermos y público en general.

Además, en este momento se está publicando por mi editor una obra de Issberner-Haldane, sobre Quiromancia, que es seria, de mérito, y que a conciencia puedo recomendar. Más, he suspendido la publicación de otra obra mía, para dar ocasión de que se conozca en español la obra de ese autor.

Pero vamos al objeto de la obra presente.

Debemos decir que fue Hipócrates el que descubrió la inmensa importancia de las uñas en el diagnóstico de, las enfermedades, Y ya en su .tiempo divulgó la frecuencia de la uña redonda, grande y encorvada en las bronquiectasias y consuntivas pulmonares. Los romanos juzgaban por las uñas las condiciones de resistencia y moralidad de sus guerreros, llamando «pollice truncatus» al hombre que, faltándole un dedo, se le consideraba como inútil y cobarde.

El Dr. Beausche fue el que descubrió las líneas transversales a las que se les ha dado su nombre.

Newton, el gran físico, conocía la Quirología.; y al estudiar el dedo pulgar, descubrió sus maravillas, y dijo: «Si yo no tuviera más pruebas de la existencia de Dios, el pulgar me convencería».

En las obras antiguas de teología, cuyas prácticas aun se conservan, el sacerdote, para la bendición, extiende el pulgar, el dedo índice y el del medio. El pulgar fue siempre la representación del amor, y el del medio, que se llama el dedo de Saturno, representa la Justicia Divina, mientras el índice es el «ego», la personalidad. El dedo anular simboliza dominio mundano y riqueza material, y el pequeño, que es el dedo de Mercurio, debe desaparecer y se esconde algo en la mano.

Extraordinario interés ofrece, con relación a lo que estamos tratando, el origen etimológico de la palabra «bigote».

La «Enciclopedia Espasa», obra que todo lo trata tan seriamente, da una explicación que nos hace reír, pues dice que viene de «viga». Yo pude haber ilustrado al autor de dicho capítulo, pues encontré en la Biblioteca Nacional de México el origen real, que es el siguiente: Carlos V contaba con muchos soldados alemanes que juramentaban por su bandera, y como los germanos, desde época inmemorial, consideraban también el dedo índice corno la representación de la personalidad, del «ego», y a la boca como representación de la verdad, para jurar ponían el dedo índice de la mano derecha entre boca y nariz, y apartando después la mano hacia la derecha, decían: «bigot», «bei-Gott» (por Dios), y los españoles, que oían siempre esta palabra, la adoptaron y desde entonces han seguido llamando bigote al mechón de pelo del labio superior.

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