El alza de salarios alegra de inmediato a muchos trabajadores inexpertos.
El alza de salarios es un truco más del capitalismo, un truco para engañar a los pobres trabajadores.
Toda persona con experiencia sabe muy bien que cuando los salarios suben la vida se encarece; sube la leche, sube la carne, sube el pan, suben los sistemas de transportes, etc., etc., etc.
Realmente de nada sirve el alza de salarios si la vida se encarece, empero los trabajadores ingenuos se alegran, el inocente es inocente y sólo deja de ser inocente cuando se siente defraudado.
Lo más grave de este truco del alza de salarios es perjudicial para el pueblo en general, porque aquellos trabajadores que trabajan al servicio de empresas particulares, o los pequeños comerciantes independientes, así como en general todas las personas que no son trabajadores al servicio del estado, tienen que sufrir las consecuencias de la carestía de la vida.
Por lo común el alza de salarios sólo es para el aparato burocrático; es claro que la colmena parasitaria se alegra mientras el pueblo en general tiene que soportar la carestía de la vida, rara es la vez que se mejora el salario mínimo, y lo peor es que muchísimas empresas ni siquiera aceptan el salario mínimo y por lo común pagan al hambriento y necesitado trabajador lo que les viene en gana.
Si los gobiernos quieren mejorar la vida de los trabajadores, que se mejore el salario mínimo. Que se le pague mejor a todos los trabajadores y no únicamente a los del aparato burocrático.
Es urgente mejorar los salarios de todos los trabajadores que viven en todos los países libres, pero controlar los precios de los mercados para impedir el encarecimiento de la vida.
Se hace necesario acabar con el truco del alza de salarios, si realmente se le quiere mejorar la vida a los trabajadores que se les pague mejor de verdad pero que no se le engañe, es injusto engañar a los trabajadores, ellos no merecen que se les engañe.
Se hace necesaria la Junta de Control de Precios, es urgente que dicha junta tenga poderes totales y fuerza política suficiente, si es que realmente queremos que sirva para algo.
De nada sirve una junta de control de precios si no tiene poderes totales y fuerza de policía para controlar los precios del mercado, de nada sirve una junta de control de precios que traicione al pueblo vendiéndose a los poderosos, toda junta de control de precios debe a su vez estar controlada para acabar con la posibilidad del soborno.
Hay que acabar con los acaparadores que encarecen la vida. Realmente los acaparadores están cometiendo horribles crímenes contra el pueblo, ellos son los hambreadores de las multitudes.
Hambrear las multitudes es un acto de genocidio; Los gobiernos deben establecer severas leyes contra los acaparadores.
Los humildes agricultores son los que menos se benefician de su trabajo, ellos debido a la pésima organización social que ahora tenemos, venden sus productos a las sociedades anónimas que hambrean a las multitudes o a los acaparadores particulares.
El delito de acaparamiento debe también aplicársele a las sociedades anónimas que hambrean a las multitudes.
Desgraciadamente actualmente las poderosas sociedades anónimas que hambrean a los pueblos constituyen tumores cancerosos dentro de los organismos gubernamentales. Los gobernantes actuales son miembros activos de las grandes sociedades anónimas. Este mal horrible podemos descubrirlo en todos los países del mundo libre.
Cuando el pueblo gime, cuando todo el mundo codicia dinero y más dinero, cuando las demandas por la mejora del salario suben al cielo como un clamor de las masas trabajadores, entonces viene el truco dañino del alza de salario con el consiguiente encarecimiento de la vida, así es como los poderosos engañan siempre a los pobres pueblos sufridos y explotados miserablemente.
Es necesario que los gobiernos comprendan que con esta clase de trucos dañinos lo único que se consigue es preparar el terreno social para que en él germine la flor venenosa del comunismo.
Es necesario que el pueblo empiece a exijir servicios, no salarios.
Todos los llamados derechos humanos deben convertirse en servicios y dejar de ser negocios.