Five Years After Start Of Financial Crisis, Wall Street Continues To HumEs necesario señalar que la iniciativa para la «intervención» realmente vino de los Bolcheviques. León Trotsky, Comisario del Pueblo para los asuntos Militares, envió una nota escrita en inglés pidiendo ayuda militar de los Aliados el 5 de marzo de 1918. Las tropas británicas serían enviadas a Arkhangelsk y las tropas norteamericanas ocuparían Vladivostok para prevenir el avance japonés. (Yuri Felshtinsky, «El Fracaso de la Revolución Mundial», Londres, 1991, pag. 283-284.) En el mismo mes (19 de marzo), 2.000 soldados británicos aterrizaron en Murmansk.

Ellos debían detener el avance de las tropas finlandesas. La dirección Bolchevique local recibió órdenes de Petrogrado para establecer una cooperación completa con las tropas británicas. (Staffan Skott, «Sovjetunionen fran borjan till slutet» / «La Unión Soviética de Principio a Fin», Estocolmo, 1992.) Trotsky aprobó la junta militar compuesta de representantes británicos, soviéticos y franceses. (M. Jaaskelainen, «Ita-Karjalan kysymys: kansallinen laajennusohjelman synty ja sen toteuttamisyritykset ulkopolitiikassa Suomen vuosina 1918-20» / «El Asunto de Karelia Oriental: El Comienzo del Programa de Extensión Nacional e el Intento de la Política Exterior finlandesa a Realizar en los Años 1918-20», Helsinki, 1961.) Oficialmente hubo 10.052 soldados extranjeros en Murmansk el 1º de julio de 1918, incluyendo a 6.850 ingleses y también a servios y franceses. Tales cifras oficiales son normalmente discutibles.

Las cifras del Mayor-General británico, Sir Charles Maynard, publicadas en sus memorias «La aventura Murmansk», era bastante diferente. Afirmó que las tropas Aliadas nunca excedieron de 1.500 hombres.

Trotsky había pedido la ayuda previamente de los franceses para financiar su Ejército Rojo, pero París no tenía ningún deseo de hacerlo. El Coronel norteamericano Raymond Robbins, sin embargo, no tuvo ningún escrúpulo en ayudar a los Bolcheviques.

4.500 soldados norteamericanos llegaron a Arkhangelsk el 4 de septiembre de 1918, según Louis Fischer. («La Vida de Lenín», Londres, 1970, pág. 430.) El Presidente norteamericano Woodrow Wilson había enviado dos millones de hombres al frente Occidental por la primavera de 1917. El propio Maynard dejó a Inglaterra el 18 de julio de 1918 con sólo 150 soldados de la Marina Real.

Los Bolcheviques no necesitaban protección contra los alemanes, ya que en la realidad, eran los alemanes quienes estaban protegiendo a los Bolcheviques de los Blancos. Los británicos sólo consideraban a los Blancos Finlandeses como los enemigos.

Las tropas finlandesas Rojas, que eran pro-comunistas, eran dirigidas por los británicos, según el General Maynard. Cuando él quiso entregar 150.000 libras esterlinas a las tropas rusas Blancas (y un total de 5.000 hombres), Londres se negó a dar su aprobación.

Él fue a Londres para explicar la situación desesperada de los Blancos.

Sólo entonces le fue dada la autorización para entregar el dinero a los Blancos que luchaban contra los Bolcheviques y querían restablecer el Imperio Zarista.

Los Blancos Finlandeses estaban ávidos por ocupar Murmansk lo más pronto posible, pero el Presidente finlandés, Pehr Evind Svinhufvud, después de recibir las advertencias de Londres, no se atrevió a dar las órdenes para este efecto.

Cuando quedó claro que las tropas rusas Blancas en el norte, estaban haciendo un avance demasiado grande, David Lloyd George (francmasón) exigió que Churchill debía cancelar la aventura británica en Murmansk. Las demandas que los británicos debían cesar su ayuda a los Blancos en Rusia, también se publicó más frecuentemente en la prensa. En agosto de 1919, Sir Henry Rawlinson (francmasón) fue enviado de Londres a Murmansk. Entregó las instrucciones para llevarse nuevamente las tropas a casa.

Al principio, occidente afirmó muy hipócritamente que los Bolcheviques eran peligrosos. A pesar de estas advertencias, los británicos enviaron sólo unos pocos soldados a que, ostensiblemente, lucharan contra los Rojos. En el hecho real, los Aliados evitaron perturbar a los Bolcheviques.

Un ejemplo de esto fue cuando los británicos le prometieron a Boris Savinkov, uno de los líderes Social Revolucionarios y francmasón, enviar dos divisiones contra los Bolcheviques en Arkhangelsk. Se enviaron sólo 600 soldados en la realidad y éstos, no estuvieron involucrados en ninguna batalla. Savinkov acusó a los británicos de ayudar secretamente a los Bolcheviques.

El Presidente Woodrow Wilson, fue uno de los primeros jefes de estado en reconocer a la Rusia Soviética. El 6 de julio de 1918, los norteamericanos decidieron enviar 7.000 soldados más a Vladivostok. El propósito de esto era disminuir la preparación japonesa para el ataque. Los norteamericanos pronto se preocuparon y fueron obligados a tomar medidas contra el ejército japonés.

El 26 de agosto de 1918, el cónsul norteamericano en Vladivostok, John Caldwell, envió un telegrama a Robert Lansing, Secretario de Estado en Washington,: «Casi 18.000 soldados japoneses han aterrizado en Vladivostok. Otros 6.000 están camino al frente en Manchuria. Los japoneses están avanzando por todas partes donde pueden … la situación es crítica.» («Informes Relativos a las Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, 1918, Russian», Vol. II, pag. 328-29.) Los norteamericanos consideraban la situación peligrosa, principalmente porque los japoneses derrocaban el régimen soviético en todas partes donde llegaban. Ya tenían 70.000 soldados japoneses en el lejano oriente a principios de noviembre de 1918, de acuerdo con fuentes oficiales.

Robert Lansing, a propósito, no ocultaba su opinión que los judíos Bolcheviques eran espiritualmente subdesarrollados, es decir: seres primitivos.

A pesar de la estricta censura soviética, una frase importante y reveladora todavía puede leerse en ciertas colecciones: «El gobierno norteamericano estaba obviamente contra el avance japonés». («Documentos de Política Exterior en la Unión Soviética», Vol.

I, Moscú, 1957, pág. 225.) Esta frase fue censurada después, ya que los falsificadores de la historia la consideraron demasiado peligrosa y reveladora.

La guerra civil era demasiado agotadora para Lenín. Esa fue la razón por la cual Occidente aumentó sus contribuciones para finalizarla. Los Aliados comenzaron a retirarse y sus equipos militares fueron entregados a los Bolcheviques.

Ya en marzo de 1918, cinco oficiales norteamericanos habían comenzado a entrenar unidades del Ejército Rojo. Los norteamericanos también enviaron algo de equipamiento militar de guerra a los Bolcheviques, según Antony Sutton («El Suicidio Nacional», Melbourne, 1973, pág. 76). Sutton se refiere a otro importante documento que demuestra que Trotsky le pidió al embajador norteamericano, David R. Francis, ayuda oficial para entrenar al Ejército Rojo en los Estados Unidos, siendo un poder militar poderoso, aseguraría que los japoneses no amenazarían el establecimiento del régimen soviético.

Los Estados Unidos ocuparon el Lejano Oriente hasta que el Ejército Rojo pudo detenerse y logró controlar el territorio soviético. El Presidente Woodrow Wilson había dado las instrucciones secretas correspondientes al comandante de las tropas norteamericanas en el Lejano Oriente, William S. Graves. Antony Sutton se refirió a esos documentos.

Los norteamericanos controlaban la Vía férrea Trans-Siberiana, por lo que fue fácil para ellos controlar las fuerzas Blancas de Kolchak y expulsarlas de Vladivostok.

Podrían entregar en el futuro, ceremoniosamente, toda el área a los Bolcheviques.

Un anuncio sobre este evento fue publicado en el New York Times el 15 de febrero de 1920. Associated Press relataba en un telegrama que hubo mítines en las calles y desfiles de celebración en Vladivostok después que las tropas del Almirante Alejandro Kolchak habían sido obligadas a salir. Las banderas rojas flamean en muchas casas. En los discursos ceremoniosos, los norteamericanos fueron llamados verdaderos amigos que en un momento crítico salvaron la situación.

Los norteamericanos, por su parte, enfatizaron que ellos no deseaban invadir el Lejano Oriente controlando ciertas áreas soviéticas, pero que la operación debe considerarse como contribución de los Aliados al asentamiento pacifico de la situación local.

El General Alexei von Lampe reveló en el periódico del destierro ruso ‘Russky Kolokol’ Nº 6 y Nº 7, 1929, publicado en Berlín, que el propósito de la presencia Aliada en Rusia fue evitar la amenaza alemana contra los Aliados.

Había varios miles de soldados extranjeros estacionados cerca de Murmansk y Arkhangelsk al norte de Rusia. Cuando el frente ruso devino superfluo, simplemente, dejaron la escena de operaciones.

Antes que pasara esto, los Aliados sugirieron que las tropas rusas Blancas, también, debían cancelar sus actividades militares. Cuando los Blancos se negaron hacerlo, los ingleses lanzaron sus equipos y municiones en el mar.

Alexei von Lampe describió los eventos en las afuera de Petrogrado cuando la armada británica abandonó a las fuerzas Blancas del General Nikolai Yudenich en 1919.

Ya no les dieron apoyo. Por supuesto, había ingleses que no deseaban estar al lado de los Bolcheviques.

Uno de éstos, fue Crombie, el agregado militar británico en Petrogrado. Fue apartado de escena de una manera original. Los Guardias Rojos simplemente entraron en la Embajada británica el 31 de agosto de 1918 y asesinaron a Crombie. Nadie ofreció algún tipo de resistencia allí.

Winston Churchill escribió una carta al Primer Ministro británico, David Lloyd George, el 21 de febrero de 1919. No tenía ninguna objeción al punto de vista general que los rusos tenían que cuidar de ellos mismos. David Lloyd George explicó oficialmente el motivo para no ayudar a los rusos Blancos, de la siguiente manera: Enviar a nuestros soldados a disparar contra los Bolcheviques sería igual que crear el Bolchevismo aquí en casa.» (Paul Johnson, «Tiempos Modernos», Estocolmo, 1987, pág. 108.) Justificaba su cooperación con los Bolcheviques de esta forma: «Hemos hecho tratos con caníbales, «¿Por qué no con los Bolcheviques?» Lloyd George estaba a favor de una contribución activa para ayudar al gobierno soviético. Un acuerdo de comercio entre el Unión Soviética y Gran Bretaña se firmó el 16 de marzo de 1921.

El 14 de febrero de 1919, el Presidente Wilson exigió el retiro de las fuerzas extranjeras de Rusia. Los Bolcheviques simplemente serían dejados en paz. Explicó esta demanda de la forma más peculiar: «No existe razón útil para nuestras fuerzas en Rusia«.

La posición del Presidente norteamericano, queda bastante clara en su mensaje, que fue leído en el Cuarto Congreso Soviético Extraordinario el 14 de marzo de 1918.

Escribió, entre otras cosas, que el gobierno de los Estados Unidos hará todo lo que pueda para ayudar a Rusia a transformarse en un estado totalmente soberano e independiente en sus propios asuntos internos así como en el recrear su importante rol en Europa y en la vida de nuestra sociedad presente.

Ésas no eran simplemente palabras comunes y corrientes – Estados Unidos de América comenzó el apoyo a los Bolcheviques de todas las formas imaginables inmediatamente. Por 1920, los norteamericanos ya habían construido dos puertos en el Lejano Oriente para la Rusia soviética. Cuarenta y cinco mil soldados franceses (el número probablemente es exagerado) fueron estacionados cerca de Odessa y en la Península de Crimea.

Los franceses también abandonaron a los Blancos. Las fuerzas aliadas repentinamente salieron del teatro de guerra y se negaron a combatir a los Bolcheviques.

Al mismo tiempo, los franceses en Berezovsky cerca de Odessa entregaron los primeros tanques a los Rojos.

La historia entera debe haber parecido muy confusa para los Blancos, especialmente, por el hecho que los Bolcheviques, según los franceses, tenían instructores alemanes. Se suponía que oficialmente los Aliados combatían a los alemanes en todos los frentes.

Se encontraron posteriormente documentos secretos los cuales explicaban mucho sobre esta situación. Se ha revelado que a los ingleses sólo se les permitía proporcionar comestibles a los Blancos y que los franceses habían recibido órdenes para permanecer completamente pasivos, también en el momento de los problemas del General Anton Denikinl con los Rojos en Caucasia.

Las pasivas fuerzas francesas fueron completamente retiradas de Rusia el 5-6 de abril de 1919. Alexei von Lampe afirmó que las contribuciones Aliadas eran simplemente un espejismo o propaganda de los Comunistas. Los aliados ni siquiera coordinaron alguna vez sus actividades. Esto saboteó las operaciones del Ejército Blanco que estaba compuesto de voluntarios nacionalistas. Los Aliados frustraron a los Blancos en todo momento, y al principio incluso lucharon contra ellos.

Entretanto, los Bolcheviques recibieron todo tipo de ayuda, dinero e información de Occidente. Gran Bretaña envió rifles y municiones para 250.000 hombres de la Rusia soviética, según ‘The Manchester Guardián’ (2 de mayo de 1919 ). Los Blancos recibieron una porción insignificante de este embarque. Los franceses sólo dieron sumas diminutas de dinero a los Blancos. Los Aliados incluso le entregaron ayuda directa a los Bolcheviques cuando ellos conquistaron Ucrania, considerando que el líder nacionalista ucraniano y francmasón, Simón Petlyura, y sus combatientes libertarios no recibieron ninguna ayuda, en absoluto («Ukrania & Ukranianos» Dr Ivan Owechko, Greeley, Colorado, 1984, pág. 114).

De todos sus antagonistas, la guerra contra Simón Petlyura fue la más dura de los Bolcheviques. En todas las áreas que el conquistaba, el pueblo celebraba la derrota del régimen judío Rojo. Esas celebraciones fueron llamadas más tarde «pogromos Judíos» en la propaganda comunista. Petlyura tuvo que huir a Polonia en octubre de 1919. Sus últimos esfuerzos para salvar a Ucrania del yugo bárbaro de los comunistas también había fallado. Occidente había puesto todo en los Bolcheviques.

Moscú, entretanto, no podría olvidarse de la lucha de Petlyura contra ellos. Esa fue la razón por la cual el Bolchevique judío y francmasón Samuel Schwartzbart, le asesinó en París el 26 de mayo de 1926. (Georg Leibbrant, «Ucrania».) según la Enciclopedia Soviético-Estonia, ésta fue la venganza de los judíos. A nadie se le permitía amenazar su poder.

Los Blancos trataban a sus antagonistas de forma algo diferente. En 1918, un editor del periódico en Yekaterinoslavl publicó una exhortación para luchar contra el General Lavr Kornilov. Le fue prohibida la entrada en la ciudad por su crimen. Todo según Alexei von Lampe.

Antony Sutton señaló que occidente comenzó ávidamente a apoyar a los Bolcheviques en diciembre de 1917, cuando la posibilidad de establecer el Régimen soviético todavía era muy incierta. De hecho, un operación sistemática e intensa de ayuda comenzó justo después de la toma del poder por los Bolcheviques.

Antony Sutton afirma que los Bolcheviques recibieron todo lo que necesitaban (principalmente armas y estaño) de occidente. La Unión Soviética fue fundada por el mismo círculo financiero que había separado a Europa en Versalles y con ello había creado las condiciones necesarias para la erupción de la Segunda Guerra Mundial. Este círculo ha controlado ambos lados en varias guerras.

Siendo un francmasón, el Presidente norteamericano Woodrow Wilson (1856 – 1924) había enviado, muy renuentemente, 4.500 soldados al norte de Rusia, ya que el francmasón y Comandante Supremo de las tropas Aliadas, Ferdinand Foch, lo había exigido. El historiador Louis Fischer confirma en su biografía de Lenín, que Wilson intentó mantener la presencia norteamericana al mínimo – las fuerzas norteamericanas no hicieron virtualmente nada en el norte de Rusia. Los cifras oficiales también fueron enormemente exageradas. Fischer enfatizó que las tropas extranjeras jugaron un papel muy pequeño para el resultado de la guerra civil. (Louis Fischer, «La Vida de Lenín», Londres, 1970, pág. 489.) Así, los Estados Unidos de Norteamérica y sus aliados no estaban en absoluto interesados en deponer a los Bolcheviques. El anteriormente secreto y extremadamente interesante informe acerca de la Guerra Civil rusa, en los archivos del Departamento de Estado norteamericano confirman este hecho.

Estos papeles han estado disponibles a los investigadores desde septiembre de 1958. Entre otros documentos, están las instrucciones del Departamento de Estado que se telegrafiaron al embajador norteamericano, David Francis, el 15 de febrero de 1918, que le dice que mantenga un estrecho contacto extraoficial con los Bolcheviques, de tal manera que no fuese necesario reconocer oficialmente al régimen soviético. Francis había sugerido aplastar a los bolcheviques en forma total.

Washington ignoró esta sugerencia.

No habría sido difícil aplastar a los Bolcheviques, si hubiese habido algún deseo real de hacerlo, ya que ellos eran sumamente débiles a mitad de 1918. En julio de 1918, los alemanes y chinos que aplastaron la revuelta de los Social Revolucionarios los salvó.

El General finlandés Carl Gustaf Mannerheim, también creía que sus tropas bien disciplinadas eran capaces de conquistar Karelia Oriental y deponer a Lenín en Petrogrado (Lenín era totalmente ignorante en tácticas militares). Sin embargo, los alemanes prohibieron la acción. Luego las amenazas vinieron de los británicos. Londres incluso consideró una declaración de guerra contra Finlandia, si los finlandeses realmente amenazaban a los Bolcheviques. (M. Jaaskelainen, kysymys de Ita-Karjalan»… » / «El asunto de Karelia Oriental… «, Helsinki, 1961.) En la primavera de 1918, León Trotsky pidió ayuda económica de los Estados Unidos para poder combatir a los Blancos más eficazmente. Lenín también le pidió la ayuda al Presidente Wilson para construir su estado socialista, según Louis Fischer «La Vida de Lenín» (Londres, 1970).

Por supuesto, los Estados Unidos les dieron todos tipo de ayuda a los Bolcheviques. El embajador norteamericano, David Francis, informó a Washington el 17 de marzo de 1918 que Trotsky quería a cinco expertos militares norteamericanos, a controladores de tráfico ferroviario, y equipamiento (EE.UU. Departamento de Estado Archivo Decimal. 861.00/1341). Trotsky escribió oficialmente en ‘Russkoye Slovo’ el 20 de marzo de 1918 que era imposible aliarse con Estados Unidos.

Esta maniobra pertenecía a las reglas del juego.

Cuando Lenín comenzó la nacionalización de las compañías extranjeras en 1918, hizo excepciones de las compañías norteamericanas. Louis Fischer confirma esto en su libro «La Vida de Lenín» (Londres, 1970). Los norteamericanos fueron permitidos mantener el control de Singer y Westinghouse, International Harvester y otras empresas.

Los Aliados hicieron un retiro completo del norte de Rusia para dañar seriamente la moral de las tropas Blancas, después que el General Anton Denikin había logrado conquistar Kiev el 31 de agosto de 1919 y había comenzado a marchar a Moscú. Esto fue revelado en el libro de Paul Johnson «Tiempos Modernos» (Estocolmo, 1987, pág. 109).

El General socialista polaco Jozef Pilsudski, tuvo mucho éxito, sin embargo.

Derrotó a los Bolcheviques en la batalla del Wisla. Siendo un francmasón, le obligaron inmediatamente después de esto, que firmara un acuerdo de paz con Lenín. Lenín admitió después, que si Pilsudski hubiese continuado la guerra, sólo una semana más, habría significado el fin del poder de los Bolcheviques, ya que las fuerzas del General Peter von Wrangel estaban acercándose y los Rojos eran incapaces de oponérseles. Los judíos polacos, entretanto, ayudaron activamente a las tropas de Lenín cuando el Ejército Rojo atacó Polonia en 1918-19.

La Intervención y el asedio económico eran, desgraciadamente, sólo un ridículo mito. La élite financiera internacional necesitaba esta distracción para poder introducir rápidamente una forma totalitaria de capitalismo sin economía de mercado en Rusia- la forma más importante del Illuminismo que nosotros conocemos por el nombre de Comunismo.

¡La élite financiera Occidental quiso usar la Economía de Mercado capitalista como un yunque y el Comunismo como un martillo para gobernar el mundo y dominarlo completamente, tal como el historiador y publicista norteamericano Gary Allen, lo expresó en su libro «¡Nadie se atreve a llamarle Conspiración!. Ésta fue la razón por la cual se hizo todo lo posible para mantener vivo, el Imperio Comunista de Moscú, a pesar del hecho que había entrado al mundo como una monstruosidad económica que tenía que ser constantemente mantenida viva. Al mismo tiempo, los falsos frentes del Comunismo debían ser preparados.

Oswald Spengler, un gran pensador e historiador de nuestro siglo que escribió «Der Untergang des Abendlandes» («El Declive de Occidente»), también percibió el hecho, que los Partidos políticos de izquierda también son controlados por los mismos hombres de la finanzas, a quienes ellos oficialmente consideran sus enemigos. Él afirmó: No existe ningún proletario, ni siquiera un movimiento comunista, que no haya operado en el interés del dinero, en la dirección indicada por el dinero – y sin que los idealistas entre los líderes tengan la más leve sospecha del hecho». Spengler fue tan lejos como para llamar al Socialismo, el Capitalismo de las clases bajas.

Reginald McKenna (Jefe del Banco Midland en Gran Bretaña) admitió francamente: «Aquellos que crean y entregan el dinero y el crédito, dirigen las políticas del gobierno y controlan el destino de las naciones en sus manos.» Varios trabajos serios han demostrado por medio de documentos, que cada una de las guerras en Europa, durante los dos últimos siglos, han sido causadas por la élite financiera para sus propios intereses. El Comandante William Guy Carr confirmó en su libro «Peones en el Juego» que el Jacobino Napoleón Bonaparte fue, al principio, el fiel sirviente de la élite financiera (era un espectador pasivo al lado de los hermanos de Robespierre durante la llamada Revolución francesa, pero violentamente aplastó la revuelta de los realistas en 1795). Finalmente entendió la naturaleza del sucio juego en el cual estaba tomando parte, comenzó a trabajar contra él, y consecuentemente fue removido.

El presidente norteamericano, Franklin Delano Roosevelt, admitió una vez, que “nada en política sucede por accidente. Si algo pasa, usted puede estar seguro que fue planificado así”. Un Illuminatus judío, famoso y francmasón, Walter Rathenau, quien llegó a ser Ministro de Finanzas en la República de Weimar alemana, admitió en 1912,: «Trescientos hombres, que se conocen unos a otros, controlan las finanzas de Europa y designan a los sucesores de sus propias líneas.» (Wiener Presse, 24 de diciembre de 1912) “Todo se ha hecho según el programa”.

Eso fue revelado por Walter Rathenau en París, en 1913, cuando la élite financiera y el Illuminati fundaron la Alianza Bancaria Internacional: «Ha llegado el momento para que la elite financiera dicte oficialmente sus leyes al mundo, aún cuando ellos lo han hecho previamente, sólo que secretamente… La élite financiera exigirá tener éxito a los imperios y reinos con una autoridad que no sólo se extiende a un país, sino que implica todo el mundo».

Es por consiguiente, poco sorprendente que los Bolcheviques recibieran suficientes fusiles y municiones de occidente para aplastar a los Blancos. Las democracias Occidentales no prestaron atención a los informes que mostraban que la mayoría de aquellos asesinados por los Rojos, eran gente común, los pobres, los obreros, incluso mujeres embarazadas. Esto fue confirmado por un estonio exiliado de 90 años, Kustav Pohla, en 1978. Él había sido testigo presencial de esos crímenes en Rusia. (Eesti Pdevaleht, Estocolmo, 8 de abril de 1978)

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