En 1938, en una entrevista para The New York Times, el francmasón Henry Ford dijo: “Alguien una vez dijo que sesenta familias habían dirigido los destinos de la nación. Uno bien podría decir que si alguien enfocara la atención en veinticinco personas que manejan las finanzas de la nación, los que fabrican las guerras de verdad en el mundo se sentirían descaradamente aliviados”. Hitler también recibió apoyo financiero para construir la industria militar, desde Henry y Edsel Ford. Los principales inversionistas, no obstante, fueron Standard Oil (Rockefeller), General Motors, General Electric, ITT, el banco J. P. Morgan y Bernard Baruch. Standard Oil es conocida como Exxon, entre otras cosas. Todas estas empresas y banqueros también llevaron al poder a Franklin Delano Roosevelt en 1933.
Precisamente este mismo grupo de banqueros e industrialistas internacionales también apoyaron la llegada de los bolcheviques al poder en Rusia, de otra forma no hubiera sido posible. En su libro “Wall Street and the Bolshevik Revolution”, Antony Sutton hace referencia a algunos documentos bastante interesantes de varios archivos pertenecientes al gobierno de los Estados Unidos. De acuerdo a estos documentos, la misma élite financiera armó a ambos bandos antagónicos en las guerras de Corea y Vietnam, con el objetivo de asesinar a tanta gente como fuera posible.
El Illuminati, J. P. Morgan estaba sumamente complacido, cuando Hitler llegó al poder. Morgan había hecho los preparativos para una dictadura fascista en los Estados Unidos en 1933-34, pero el General Smedley Darlington Butler expuso esta confabulación de Wall Street. El Congreso, y en particular los miembros Dickstein y MacCormack (ambos masones), se aseguraron que ninguna información respecto a esta confabulación se filtrara de la investigación. (Antony Sutton, «Wall Street and the Rise of Hitler», Sudbury, 1976, p. 175).
El presidente Roosevelt también está ansioso por encubrir los detalles de esta aventura criminal. Tan solo en la década de 1950 se expuso cierta parte para los historiadores.
El embajador estadounidense para Berlín, William Dodd, escribió en su diario que la embajada recibió visitas en 1933 de banqueros e industrialistas de Wall Street, los cuales admiraban a Adolf Hitler y buscaban nuevas oportunidades para hacer negocios con el régimen Nazi.
Por ejemplo, Henry Mann, representante del National City Bank y Winthrop W. Aldrich del Chase Bank, se reunieron con Hitler el 1 de septiembre de 1933 para discutir este asunto (Antony Sutton, «Wall Street and the Rise of Hitler», Sudbury 1976, p. 15 and p. 133.) Dodd escribió el 19 de octubre de 1936 desde Berlín al presidente Roosevelt: “Por mucho que crea en la paz como nuestra mejor política, no puedo evitar los temores que Wilson enfatizó más de una vez en conversaciones con migo, 15 de agosto de 1915 y después: la ruptura de la democracia en toda Europa sería un desastre para la gente. Pero, ¿qué puedes hacer? En el momento presente más de un centenar de empresas estadounidenses tienen subsidiarias aquí o tratados de cooperación. Los DuPont tienen tres aliados en Alemania que están ayudando en el negocio armamentista.
Su aliado principal es la Empresa I. G. Farben, una parte del gobierno, una parte del gobierno, la cual otorga 200,000 marcos al año para una organización propagandista para operar sobre la opinión estadounidense. Standard Oil Company (sub-compañía de Nueva York) envió $2,000,000 aquí en diciembre de 1933 y ha hecho $500,000 al año ayudando a los alemanes a fabricar gas Ersatz para propósitos de guerra…
El president de la International Harvester Company me comentó que sus negocios aquí subió un 33% al año (fabricación de armamento, creo), pero no podían sacar nada. Incluso nuestra gente de la aeronáutica tiene acuerdos secretos con Krupps. La General Motor y Ford hacen grandes negocios aquí mediante sus subsidiarias y no se llevan las ganancias. Menciono estos hechos porque complican las cosas y añaden más a los peligros de guerra”. Resulta imposible encontrar todos los hechos relacionados a estos asuntos, ya que algunos documentos fueron destruidos en 1945. Pero según una investigación por Departamento de Guerra de los Estados Unidos poco después de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes no habrían podido pelear una guerra de no haber sido por IG Farben y los esfuerzos de otras empresas estadounidenses.
Es significativo que la gigante de la industria estadounidense, General Electric, la cual en los años 1920s y 1930s brindó electricidad a la Unión Soviética, jugara un rol esencial, en el establecimiento del régimen Nazi. La prensa alemana no tenía ni idea de que General Electric técnicamente tenía control monopólico total sobre la industria eléctrica soviética, la cual, de acuerdo al Plan GOELRO, fue construida usando dinero e ingenieros estadounidenses y mano de obra esclava rusa.
Hitler también recibió ayuda de AEG (Allgemeine Elektrizitats-Gesellschaft, la empresa General Electric de Alemania) y de OSRAM, cada una de las cuales tenía cinco miembros estadounidenses en el consejo directivo procedentes de Wall Street.
Henry Ford, quien contribuyó a financiar a Hitler desde el inicio, después de 1933 construyó una moderna planta de automóviles en la Unión Soviética. La planta estaba situada cerca de Gorky (hoy en día Nizhny Novgorod) y comenzó fabricando camiones para el Ejército Rojo. Los Estados Unidos habían reconocido diplomáticamente poco antes a la Unión Soviética.
En 1932, la élite financiera había retirado todo el apoyo del presidente estadounidense Herbert Hoover. El reveló este hecho, pero fue silenciado por la prensa. La élite financiera prefería dar su apoyo a un abogado y poderoso francmasón, como Franklin Delano Roosevelt. En 1933, después de su victoria electoral en noviembre de 1932, Roosevelt comenzó a llevar adelante su programa socialista bajo la designación de “New Deal” (Nuevo Trato), el cual comprendía el control centralizado de la economía estadounidense. El New Deal fue aclamado como el Nuevo Orden Mundial, Novus Ordo Seclorum. La aclamación oficial fue que la crisis económica necesitaba estabilización. Le economía de mercado fue remodelada. Los sindicatos ganaron gran influencia, lo cual comenzó a desacelerar peligrosamente a la economía, ya que un sinnúmero de mafiosos del crimen organizado se apoderaron de los sindicatos.
Las agencias gubernamentales creadas para solventar la crisis básicamente copiaron a aquellas instituciones establecidas a la entrada de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial en 1917. Roosevelt a la vez revivió la retórica de aquella época. El gobierno declaró la guerra contra la Gran Depresión. Nada sino la amenaza de guerra podría lograr que los pacifistas estadounidenses aceptaran el incremento de los impuestos y un gobierno controlador. A pesar de esto, el New Deal fue en esencia todo un fracaso durante los 1930s. La recuperación económica fue débil y en 1939 el país entró en otra recesión. Solamente debido al rearme relacionado con la Segunda Guerra Mundial fue que se pusieron los engranajes a trabajar de nuevo, como demuestra el historiador Michael Sherry en su libro «In the Shadow of War: The United States since the 1930s» (Yale University Press, 1995).
La Corte Suprema, sin embargo, rechazó la demanda de Roosevelt de que el gobierno federal debería de controlar la economía. La Corte Suprema en su lugar limitó el involucramiento estatal y federal en la economía.
Roosevelt deseaba expandir el número de miembros, de modo que pudiera designar jueces abiertos a su filosofía. El congreso se negó a expandir el tamaño de la Corte Suprema. El presidente Truman, por otro lado, comenzó a nacionalizar la industria del acero.
El astuto presidente Roosevelt pertenecía al círculo de Wall Street, el cual hizo enormes ganancias de su apoyo al régimen nacional socialista en Alemania.
Roosevelt reconoció formalmente a la Unión Soviética a inicios de 1933, para así permitir a los intereses empresariales estadounidenses tomar parte en la construcción de la economía soviética. Él dio su permiso para financiar los planes quinquenales de Stalin. El anterior presidente Herbert Hoover tildó de fascista al programa New Deal, que una forma empresarial de socialismo.
Rockefeller así como Morgan, quienes habían ayudado a Hitler a llegar al poder, siguieron ayudando a la Unión Soviética. De acuerdo a The Washington Post (2 de febrero de 1918), Morgan había dado a los bolcheviques 1 millón de dólares.
En 1967, el valor de mercado accionario de Morgan era de 92.6 billones de dólares.
El hombre designado para recibir los aportes de los banqueros y directivos estadounidenses fue Rudolf Hess, quien conocía muchos de los secretos relacionados a las transacciones de dinero estadounidense. Hess, siendo el segundo de Hitler, había viajado a Escocia en mayo de 1941 para tratar de acordar una solución a las negociaciones respecto al estándar oro y por lo tanto un acuerdo sobre las condiciones para la paz.
Hess había creído ciegamente el sueño psíquico del General Karl Haushofer que el viaje había sido un éxito. Pero el sueño no se materializó y Hess fue arrestado.
Después de su salto en paracaídas el 10 de mayo de 1941, varios astrólogos, a quienes él había protegido, fueron arrestados. Fueron vistos como cómplices en los errores de juicio de Hess.
En 1946, Hess fue sentenciado a prisión de por vida en Nuremberg.
Mientras permaneció en la prisión de Spandau en Berlín, él escribió sus memorias. Cuando había llenado tres libros, fueron removidos y quemados. Él comenzó de nuevo y el mismo proceso se repitió. Las potencias victoriosas de la guerra no querían por nada del mundo que la verdad, de que habían financiado a Hitler, saliera a la luz. Hess murió en la prisión de Spandau a la edad de 93, el 17 de agosto de 1987, bajo circunstancias misteriosas. Él estaba demasiado débil para haberse quitado la vida.