MEMORANDUM 44
Nosotros, ¡pobres y míseros gusanos del lodo de la tierra! ¿Somos acaso así tan necios, que necesitamos todavía investigar un poco más la cuestión aquella de los posibles visitantes extra-terrestres? ¿No son acaso más que suficientes todos los datos que tenemos? ¿Somos para desgracia nuestra así tan obtusos, lerdos y torpes, que no
comprendemos que desde los antiguos tiempos hemos sido siempre visitados por gentes de otros mundos?
¿Que nos eluden? ¿Que huyen de nosotros? ¿Que no salen a la luz del día? ¿No haríamos acaso nosotros lo mismo ante una tribu de caníbales?
Las gentes de otros mundos, saben muy bien que precisamente no somos nosotros mansas ovejas y antes que caer en nuestras felinas garras fratricidas, prefieren desaparecer furtivamente entre el cielo estrellado.
¿Qué harían las grandes potencias con ese tipo de naves cósmicas? No es difícil adivinarlo. ¡Qué espantosos resultarían esos “Platillos voladores” armados con bombas atómicas!.
Caer en la cárcel sin motivo alguno, así porque sí, o convertirse en un conejillo de Indias dentro de un laboratorio, para que experimenten con uno, para que le saquen glándulas y le inyecten distintas sustancias con el propósito de conocer reacciones, no es por cierto nada agradable. ¿Verdad? Es obvio que los visitantes extraterrestres no
quieren correr semejante suerte y por ello prefieren eludirnos, evitarnos.
Esto no significa que las gentes de otros mundos no puedan defenderse; es claro, evidente, que si ya conquistaron el espacio deben también poseer armas formidables, pero no son asesinos, resulta a todas luces mejor evitar problemas.
¿Y en cuanto a nosotros qué? ¿Cuándo seremos capaces de corresponderle las visitas a nuestros amigos extra-terrestres?
Ciertos especuladores románticos de los siglos XVIII y XIX suponían la posibilidad de viajar a la Luna impulsados con alas o mediante el sistema de globos aerostáticos.
Es evidente que tales fantasías desaparecieron del ambiente intelectual cuando se descubrió el límite de nuestra atmósfera planetaria.
Los medios científicos de viaje espacial definido, revivieron con las obras maravillosas de KONSTANTIN EDUARDO VIVICH TSIOLKOVSKY en las que se mencionan los cohetes cósmicos.
En el año 1920 predijo el citado sabio que en un futuro no lejano, las ondas cortas de radio penetrarían en nuestra atmósfera y se convertirían en el medio principal de las comunicaciones estelares.
Esta profecía ya se esta cumpliendo, desafortunadamente los científicos modernos todavía no son capaces de interpretar loa mensajes cósmicos.
Cree TSIOLKOVSKY que por lo menos en un planeta situado en un lugar cualquiera, los seres humanos han alcanzado ya una tecnología que les permite vencer la fuerza de gravedad y colonizar el Universo.
Es obvio que nosotros los GNÓSTICOS vamos mucho más lejos. Sabemos muy bien mediante la experiencia mística directa, que cualquier humanidad inofensiva del espacio cósmico infinito, puede darse el lujo de viajar a OTROS MUNDOS HABITADOS.
Por estos tiempos modernos se habla mucho sobre la posibilidad de viajes entre sistemas solares, y hasta de fantásticos cohetes propulsados por energía atómica y guiados por la presión de la luz.
Actualmente existen bellísimas teorías espaciales y tanto Rusia como los Estados Unidos de Norteamérica luchan afanosamente por la conquista del espacio.
Desgraciadamente resulta evidente que para llegar a cualquier estrella semejante al sol que nos alumbra dentro de un periodo de tiempo bien humano, se necesita romper primero la barrera de la velocidad de la luz.
Dentro de tal barrera existe el mundo TRIDIMENSIONAL, romperla, trascenderla, equivale de hecho a penetrar realmente en la CUARTA DIMENSIÓN, esta última en si misma es el tiempo.
No es posible la conquista suprema del espado estrellado sin haber antes conquistado el tiempo. Fuera de toda duda afirmamos en forma enfática que la conquista del tiempo se hace imposible mientras permanezcamos encerrados dentro de este molde tridimensional de la vida, determinado por la velocidad de la luz.
En la CUARTA DIMENSIÓN es evidente que podemos viajar en el tiempo, sumergimos en el remoto pasado o proyectarnos en el lejano futuro; recordemos que el tiempo es redondo.
Si un navío cósmico despegara de nuestro afligido mundo a una velocidad mayor que la de la luz, rumbo a algún misterioso SOL resplandeciente, situado en algún punto a la distancia inconmensurable de 137 años luz, es cierto, patente y manifiesto, que al retornar a este valle de lagrimas conservando durante todo el trayecto la misma velocidad, sus tripulantes tendrían que pasar por una tremenda confusión al encontrar a nuestra Tierra bien adelantada en el tiempo.
Empero, ¿cuál es el cohete cósmico capaz en verdad de viajar a una velocidad mayor que la de la luz? Es evidente que el famoso sistema de cohetes si bien puede en verdad llevarnos con mucha dificultad a la Luna y eventualmente a Marte, resulta en el fondo completamente absurdo para la conquista del espacio infinito.
Purcell, eminente hombre de ciencia, analizó seriamente la cantidad de energía indispensable para realizar un hipotético viaje sideral de ida y regreso a una rutilante estrella cualquiera que se encontrara ubicada a unos 12 años luz, con la particularidad especifica de alcanzar a medio camino, tanto en el ir como en el venir, una velocidad
máxima del 99 por ciento de la luz. (No deben olvidar nuestros queridos lectores que la luz viaja a la velocidad nada despreciable de 300.000 kilómetros por segundo) Viene ahora la cuestión del combustible. No hay duda de que la fusión de la bomba de hidrógeno en la que los isótopos de este elemento, tales como TRITIO y DEUTERIO, se combinan sabiamente para formar HELIO, es ciertamente la fuente más apropiada de energía disponible en la actualidad.
Pensemos por un momento querido lector, en la tremenda eficacia de esa fusión extraordinaria que hace resplandecer el sol. Es claro que en esa formidable reacción se cambian inteligentemente cuatro núcleos de hidrógeno, con superlativo calor y potente presión, como para formar en realidad un núcleo de Helio.
Es obvio que la maravillosa energía de cohesión, que mantiene íntegramente el núcleo de Helio unido, resulta fuera de toda duda ligeramente menor que el de los núcleos de Hidrógeno originales. Se nos ha dicho que después de la reacción, queda un residuo que actúa en forma de energía libre en su movimiento.
Es evidente, cierto, patético, que este tipo especial de energía liberada, es imponente, terrible, tremenda, ya que según la ecuación famosa de Eistein, E/M = 02 (Energía dividida, por masa es igual al cuadrado de la velocidad de la luz) El valor E, es claro que resulta de gigantescas proporciones.
Purcell supone en forma por cierto bien acertada, que con este tipo solar de fusión se necesitaría nada menos que 16.000 millones de toneladas de Hidrógeno para mover su navío sideral en el hipotético viaje.
Es claro que para tal viaje a 12 años luz, ese vehículo cósmico tendría un peso apropiado de 100 toneladas.
Es lógico que el navío cósmico debería ser acelerado al despegar, parada al llegar, vuelto a acelerar para iniciar el regreso a la tierra y por último ser detenido nuevamente al aterrizar en este mundo. Todas estas maniobras implican un tremendo consumo de muchos miles de millones de toneladas de combustible. ¿Qué cohete seria capaz de transportar tanta carga? Nos quedaría todavía el recurso de obtener energía combinando inteligentemente la MATERIA con la ANTI-MATERIA. Está ya demostrado hasta la saciedad, que si dos de estas sustancias contrarias hacen contacto directo, se destruyen mutuamente liberando energía en forma de rayos GAMMA.
En nombre de la verdad tenemos que reconocer que este es el único proceso ciertamente conocido por el que puede transformarse tanto la materia como la anti-materia en energía. Los famosos rayos Gamma, que evidentemente se encuentran en el extremo de la onda corta en el espectro electromagnético, es obvio que podrían impulsar una nave cósmica en idénticas condiciones que si lo fuera por presión de la luz.
A cada partícula atómica le corresponde de hecho y por derecho propio una anti-partícula. Resulta fácil comprender que la antipartícula es una imagen reflejo de su original. Es obvio que si este último en sí mismo está cargado negativamente igual que el electrón, su partícula resulta indudablemente positiva. Aparentemente resuelto este problema de generar energía para impulsar una nave cósmica de ninguna manera podría quedar por ello aclarado el hipotético viaje de PURCELL.
Es evidente que para tal viaje se necesitarían urgentemente 406.400 toneladas de combustible, repartidas igualmente entre materia y antimateria. ¿Podría acaso una nave de 100 toneladas cargar con tal cantidad de combustible? Y debemos repetir y no conviene olvidar que estamos hablando de un viaje hipotético a solo 12 años luz. ¿Si el supuesto navío tuviera que trasladarse ó 50 ó 100 años luz en qué quedaría este problema del combustible? Es obvio que este en el fondo es ciertamente un problema sin solución; si queremos conquistar realmente, el espacio debemos enfocar la cuestión desde otro ángulo. Necesitamos una auténtica REVOLUCIÓN CIENTÍFICA, es urgente aprender a utilizar la energía solar. Con justa razón decía Marconi: “Donde llegue un rayo de sol, allí puede llegar el hombre.
ENERGÍA SOLAR Y CUARTA DIMENSIÓN estos serán los dos basamentos de la futura humanidad. Se necesita trazar la cuarta vertical, y ello solo es posible estudiando muy a fondo el átomo. Cuando la cuarta coordenada sea trazada, puede
elaborarse entonces una nueva Geometría de tipo TETRADIMENSIONAL. Resulta fácil comprender que sobre este fundamento vivo puede crearse una física revolucionara con cuatro dimensiones.
La física actual resulta ciertamente regresiva, retardataria, reaccionaria, no sirve para la conquista del espacio, está anticuada, extemporánea. Cuando tengamos una física revolucionaria, TETRA-DIMENSIONAL, podremos entonces fabricar naves cósmicas capaces de atravesar instantáneamente la barrera de la velocidad de la luz.
Tales navíos cósmicos viajarían en el tiempo a velocidades millones de veces superiores de la velocidad de la luz.
Esta clase de navíos impulsados por energía solar, no necesitarían cargar combustibles de ninguna especie y viajarían libremente por el espacio infinito. El MUNDO TRIDIMENSIONAL no es todo, es ciertamente nada más que una hoja del
árbol de la vida, pensemos en la CUARTA DIMENSIÓN. ¡Vamos a REVOLUCIONAR LA CIENCIA!. Ya logramos atravesar la barrera del sonido con aviones y cápsulas ultrasónicas, pero aún todavía no hemos podido pasar la barrera de la velocidad de la luz.
V.M. SAMAEL AUM WEOR