En los tiempos que corren, el nombre, o simbre, de Kélium Zeus parece estar destinado a despertar tantos odios como amores. Odios por parte de sus detractores, que por alguna razón no pueden soportar que un hombre al que se le ha quitado el derecho de estar al frente de una doctrina y un pueblo que levantó, siga sosteniendo esta doctrina y este pueblo sin que tenga que estar presente. Así que le atribuyen todo tipo de faltas y delitos que hasta el momento nadie ha podido probar.
Y amores por todos los testimonios que abundan a su favor, sobre cambios, curaciones y todo tipo de beneficios entre quienes pertenecen a su comunidad como a personas ajenas a ella Estos testimonios fueron tanto en los tiempos en que estuvo presente y lo son ahora que no se conoce su paradero y ni siquiera se sabe si está vivo o no lo está.
Lo que nadie se ha detenido a ver es lo constituye un fenómeno único dentro de un mundo ordenado por inteligencias de las que apenas tendríamos noción.
Luis Gustavo Morales o el Maestro Kélium Zeus, nació en Colombia, en la Sierra Nevada de El Cocuy en 1940. Mayor de 10 hermanos hijos de un matrimonio muy pobre, fue, cuando muy niño, pastor de ovejas y cuando intentó asistir a la escuela, el aula fue volada por una carga explosiva, pues la violencia estaba cebada en los campos del país.
Según sus biógrafos, desde niño mostró una conducta distinta a la de los chiquillos de su edad y una inteligencia por encima del promedio. Aprendió a leer y a escribir por sí mismo. A esta edad ya se le conocían charlas sobre la conducta humana con criterios por encima de los de cualquier adulto. Y a los diez años cuando, a causa de la violencia, su familia debió trasladarse a Bucaramanga, una ciudad de clima caliente, soportó, al lado de Tránsito Sierra, su madre, la responsabilidad de sacar adelante a sus 7 hermanas y dos hermanos. Fue albañil, panadero y vendedor de libros entre muchos otros oficios, y, por último apicultor y comercializador de miel de abejas.
Para entonces practica a doctrina adventista y a los 30 años, contrae matrimonio con Omaira Calderón una joven campesina de Guapotá, un pueblo de Santander, con la que ha de tener seis hijos, tres hombres y tres mujeres. Logra establecerse en un rancho del kilómetro 16 entre Pamplona y Cúcuta. Allí la calidad de sus mieles y el poder curativo de las mismas comienza a ser conocido en todo el territorio. Pero más que sus mieles es su propio poder el que se hace famoso entre quienes acuden por entonces a oír su extraña sabiduría sobre misterios de la vida y de la muerte, sobre leyes de la tierra y de los cielos, sobre religión, arte, ciencia y filosofía. Sobre anatomía, medicina e incluso música, historia, prehistoria y arquitectura.
Con un lenguaje campesino, desprovisto de adornos pero cargado de lógica, cautiva a quienes acuden a su morada, que, con el tiempo y por cuestión de espacio, debe trasladarse a ocho kilómetros más cerca de Bucaramanga. Hasta entonces es conocido por su nombre de pila. La gente tiene la inquietud de quién es este hombre que sabe tantas cosas cuando no ha ido un par de días a la escuela, y con frecuencia le hacen la pregunta. Además están sus poderes curativos cuya fama acrecienta el número de personas que acuden a su casa. Pero no sólo esto les inquieta. Joav el mayor de sus hijos muestra unas virtudes similares a las del padre. Cura, diagnostica, receta y da conferencias sobre los astros, sobre los órdenes solares, el misterio del tiempo y las galaxias como si estuviera recitando las tablas de multiplicar.
Sorprendidos por el fenómeno, empiezan a acudir al ‘rancho del ocho’ muchos líderes religiosos así como practicantes de distintas filosofías, cuya mayoría pertenecía la Gnosis, cosa que no cae bien a los directivos de los distintos lumisiales y empiezan a proscribir y borrar del sus libros a quienes van a la casa de una hombre que al que ellos calificaban un simple vendedor de miel.
Pero nada pueden hacer contra una realidad que se manifestaba en el aumento de los peregrinos, los enfermos, los curiosos que cada día van al rancho del ocho. La mayoría van en busca de curación y los demás en busca de conocimiento.
Por entonces Luis Gustavo Morales revela ante sus feligreses lo que él llamó su identidad cósmica. Les dijo que si bien lo había sabido desde siempre, hasta ahora le era permitido develarlo por órdenes de las jerarquías celestiales. Se llama Kélium Zeus. Kélium, les dice, es la energía que impide que los átomos y sus componentes choquen y colapsen entre sí. Que los planetas guarden su distancia entre ellos y los soles que circundan y hasta las mismas galaxias vayan por donde deben y no se se estrellen una contra otra. Y dijo más: La fuerza Kélium, conocida en física, es sólo una de las tres en que se sostiene el universo conocido. Las otras dos son Jehová y Aum. Y explica que esto es lo que la iglesia católica llama la Santísima Trinidad.
Según su criterio, son estas tres fuerzas o energías las que integran el universo entero. Son núcleos de conciencia y están en estado latente en todo cuando existe. Habló de los cosmos y sus universos, de los cielos y los infiernos, de los paraísos y los edenes; desveló tanto un conocimiento que hasta el momento sólo era del dominio de algunos cuantos iniciados, y, ante la sorpresa de quienes lo escuchaban, dijo que había sido enviado a ayudar a los mortales a salir no sólo de la ignorancia sino a salvar lo que se pudiera de un mundo que estaba al borde del abismo.
Científicos, esoteristas, magos y hechiceros van a probar su poder y su sabiduría. Unos y otros deben aceptar que están, cuando menos, ante un hombre muy distinto al común de los mortales. Se empiezan a divulgar anécdotas sobre su vida y milagros y quienes llegan a él con ojos inquisidores salen convencidos de sus doctrinas y de los caminos que muestra para recorrerlas. Hay en ellas un enlace entre el budismo, el sufismo, el cristianismo y entre las olvidadas filosofías de Mesoamérica. Presentes están en ella la cábala hebrea, la gnosis, el conocimiento de los druidas, de los cátaros, de los aztecas, de los Incas y de olvidadas y lejanas tribus africanas. Pero el libro clave con que predica su enseñanza es la Biblia.
Sus palabras vienen provistas de un todo firme y claro. Al lado de esto, los enfermos se curan, los tumores desaparecen, los hechizos cesan su efecto, los locos salen cuerdos y la fama de sus milagros se dispersa primero por todo Colombia, en seguida por los países limítrofes y luego por Europa y Norteamérica de donde viene gente a conocerlo o en busca de medicina que no han encontrado en otras partes.
Para entonces su vida ya ha sufrido varios atentados, además de persecuciones del Estado y de grupos anónimos. Lucha ante el Estado por hacer de su movimiento algo protegido por una personería jurídica, pero el gobierno, sin un motivo claro se lo niega. Su enseñanza incluye una alimentación vegetariana, la castidad, el ejercicio físico y la práctica del arte marcial. El ir temprano a la cama y levantarse al alba. Estas técnicas empiezan a dar beneficios entre quienes las practican.
Para entonces muchos de sus seguidores no quieren moverse de su lado y cada día son más y más. Al mismo tiempo da abrigo a familias que nada tienen. A madres abandonadas de sus maridos, a enfermos desahuciados. Esto lo obliga trasladarse a un lugar más amplio y se sitúa en una finca cercana a un pueblo llamado El Socorro, en el mismo departamento de Santander. De allí funda otro monasterio cerca a las costas del mar pacífico en Colombia. Todo esto en medio de persecuciones, de acusaciones y de atentados contra su vida.
Hacia 1994 se traslada a una finca situada en las montañas de Santander y establece allí el Templo Vegetal Sakroakuarius. Para entonces los practicantes de sus enseñanzas se cuentan por miles y el número de sus detractores también ha crecido. En el 2004 su monasterio es invadido por las fuerzas del Estado colombiano y hombres mujeres y niños son desterrados sin ninguna acusación probaba. Desde entonces, Kélium Zeus y su hijo Samael Joav, desaparecen del panorama y hasta hoy no se conoce cuál ha sido su destino.
Pero sus enseñanzas siguen vigentes, el Templo Vegetal Sakroakuarius cada día tiene su propis vida, sus pobladores van y vienen y pese a cualquier versión la vida en el lugar sigue como en los tiempos en que sus maestros permanecían allí.