Entre los pueblos de la antigüedad, los celtas son unos grandes desconocidos para la gran mayoría del mundo. Esto es debido a que su cultura fue eclipsada, en gran parte, por la dominante cultura romana.

No podemos hablar de un estado celta pues son conceptos ajenos a la época. Si podemos afirmar que, a partir del primer milenio antes de Cristo, se suceden unas oleadas de población formadas por diversas tribus que poseían elementos culturales comunes.

Estos pobladores que venían del Este llegaron a establecerse en grandes zonas de la Europa del este, Asia Menor y España, así como en toda Francia, Bélgica, Suiza y las Islas Británicas.

Fueron considerados por los griegos como una de las naciones bárbaras más importantes junto a Persas y Escitas. Llegaron a expansionarse a costa de naciones más antiguas. Penetraron por el norte de Italia e hicieron retroceder a los Etruscos en sus fronteras; fundaron ciudades como Turín, Milán y Bérgamo. Pusieron sitio a la misma Roma y sólo se retiraron previo pago de un gran rescate.

Los guerreros celtas eran grandes combatientes (según el historiador griego Estrabo de Amasia) y estaban locos por la guerra. Ciertamente en sus correrías destaca aquella protagonizada por un contingente de 30.000 guerreros que, partiendo del sur de Francia, llegó a Grecia e invadió y saqueó el Oráculo de Apolo en Delfos.

Como reacción a todos estos hechos de armas, fue la poderosa Roma y sobre todo el la época de Julio César, cuando se puso fin al poderío celta. A partir del enfrentamiento con Roma decae el poder guerrero celta, pero aún pervivirán sus costumbres y su cultura, aunque en algunos lugares muy romanizados.

Al igual que otros muchos otros pueblos, los celtas pertenecen al tronco indoeuropeo. Es en sus mitos donde se pueden establecer paralelismos con otras culturas, tales como germanos, escandinavos y griegos. Incluso podemos encontrar relaciones con los hechos recogidos en las epopeyas clásicas de la India, como el Mahabarata y el Ramayana.

Debemos tener en cuenta también sus contactos con otras culturas, como, por ejemplo, los escitas, de los que eran vecinos en sus tierras de Asia. Este pueblo influyó culturalmente en gran medida; hasta el punto de que las ceremonias funerarias de ambos pueblos son muy parecidas.

En occidente un primer e importante contacto fue con la antiquísima civilización etrusca. No hay que olvidar tampoco el gran contacto a nivel comercial y, por tanto, cultural que mantuvieron con Grecia a través de la colonia griega de Massislia (Marsella). Este contacto fue tan intenso que se decía que los celtas eran más griegos que los propios griegos. Hubo un tiempo en que llegaron a imitar su moneda, a utilizar su alfabeto, y también imitaron la estructura arquitectónica de las “polis” griegas (en algunas de sus ciudades).

Conocidas son también las relaciones a nivel esotérico mantenidas con filósofos griegos. Tal opinión viene indirectamente respaldada por Hecateo de Abdera, entre cuyas afirmaciones más sorprendentes está la de que el filósofo griego Pitágoras había sido instruido por un druida llamado Abaris, afirmación que no habría hecho si no hubiera tomado en serio el conocimiento druídico.

El punto negro del conocimiento céltico es que llegaron a realizar sacrificios humanos. Vemos como la mayoría de pueblos y culturas, cuando degeneran, dan lugar a estos ritos. Cabe puntualizar que al igual que entre los Aztecas de Mesoamérica, muchas veces el sacrificio era voluntario, la víctima elegía su destino convencido de que ayudaba de esta forma a la comunidad. Así mismo entre los celtas, también es el conquistador (en este caso romano) el que principalmente nos habla del conquistado, exagerando evidentemente los aspectos negativos para de esta forma desprestigiarlo.

La sabiduría druídica se basa en el conocimiento de las fuerzas de la Naturaleza. Esto les llevó a situar numerosos lugares de poder energético intenso. Conocían, pues, las corrientes telúricas y en puntos especiales erigieron menhires, dólmenes, etc.

En muchos de estos lugares era donde realizaban sus ritos y trabajos de magia, pues normalmente no disponían de templos edificados ya que su templo era la misma naturaleza. Esta sabiduría de las energías, tanto externas como internas, les llevó a practicar la Alquimia Sexual, de la cual tenían conocimiento (aunque muy restringido) como sucedía en todos los pueblos antiguos y más aún entre los druidas, que guardaban celosamente sus secretos.

Curioso resulta saber que donde hubo centros mágicos celtas pervivió, pese a la cristianización, su carácter sagrado, dando lugar a ermitas, capillas, iglesias, catedrales y centros de peregrinación. Estos han llegado, en muchos casos, hasta nuestros días; incluso en muchos de ellos se veneran vírgenes negras.

En cuanto a España, cabe decir que los celtas, guiados por los druidas, entraron, aproximadamente, mil años antes de Cristo, pero sin pasar de Cataluña. Estos avanzados tenían la costumbre de incinerar a sus fallecidos y fundaron ciudades con nombres terminados en dunum. Con el tiempo otros pobladores atraviesan el Ebro y dejando atrás Madrid y Ávila llegan al norte de Portugal: Alrededor del sVI a d.C. una nueva oleada esta vez más numerosa se dirige directamente a Galicia donde se establecen; también en Asturias y Cantabria, otros se dirigen hacia el sur; se cree que algunos llegaron hasta el Mediterráneo.

Esta cultura durará hasta la dominación romana y la posterior cristianización. En Galicia es donde se mantendrá más tiempo y de forma más pura, dando lugar a figuras como la de Prisciliano que unifica las creencias céltico-druídicas con el Cristianismo Gnóstico primitivo.

Fruto de la continua observación de la Naturaleza y de sus Principios y fuerzas, elaboraron un calendario solar y otro lunar procurando ajustar ambos. Cabe referir que en la cuestión de los ciclos anuales dentro del calendario, no en todas partes se usaba el mismo sistema, pues algunas tribus estaban muy alejadas entre sí. Este era el caso de las Islas Británicas que al estar separadas del continente sufrieron menos influencias externas.

En la Península Ibérica, en concreto, al igual que en otros lugares, las distintas fechas del año son celebradas con diversos ritos que conllevan profunda sabiduría de los misterios de la Naturaleza.

En Abril por ejemplo se vestían de pieles y fauces de animal para saludar a la naturaleza primaveral que verdea en los pastos. En Mayo se cubrían de guirnaldas en honor de Dana que es su Gran Madre. En Junio saltaban las hogueras reverenciando el solsticio. En Julio arrancaban raíces de beleño y las maceraban en almireces de bronce, de aquí extraían un licor sagrado. En Agosto seguían la tradición de buscar huevos de Basilisco. De finales de Octubre y principios de de Noviembre proviene las costumbres del día de Difuntos. En Diciembre se celebraba el rito de cortar el muérdago con una hoz de oro.

Este era el emblema de la regeneración y la vida familiar y su rito era uno de los más solemnes e importantes. Esto nos lleva a estudiar los profundos conocimientos que sobre hierbas tenían los druídas, en ellas se cimentaba principalmente la medicina druídica. El conocimiento que tenían del muérdago está bien documentado, y en el caso de la verbena algo menos; es posible que extrajeran narcóticos de la adormidera y de ciertos hongos, aunque no es seguro que los emplearan medicinalmente o solo con fines rituales, igual que los brahmanes utilizaban la droga ritual Soma.

En cuanto al muérdago cabe decir que desde los tiempos de Plinio se creyó que curaba la epilepsia y la histeria y, de hecho, su ingrediente farmacológico activo, la guipsina, es empleado en la medicina moderna para tratar la hipertensión y los trastornos nerviosos. Parece ser que los druídas trataban, por tanto, incluso las enfermedades psíquicas.

Se han hallado instrumentos quirúrgicos en un enterramiento del siglo II a. de C. lo cual demuestra que realizaban intervenciones quirúrgicas tan complejas como la de la trepanación craneal y la extracción de cataratas oculares.

Hemos observado una ínfima pare del legado cultural y sapiencial de los celtas en temas tan dispares como medicina, magia, energías, etc. Objeto principal de este estudio es, después de haber visto todo lo anterior, darnos cuenta del concepto holístico de la vida. Este concepto engloba, en un “continuum”, todo el conocimiento que hemos expuesto, junto con el concepto que del tiempo tenían los celtas.

Para ellos el tiempo es cíclico y no lineal como los racionalistas han expuesto durante siglos. Por ello el establecimiento de un calendario les era imprescindible.
Los Druidas dividieron el año en ocho partes atendiendo a las fechas de celebraciones importantes, de las que ya se han visto algunos ejemplos. El año nuevo empezaba en la Galia, por ejemplo, con el primer cuarto menguante, después del equinoccio de otoño. Debido a esto el año nuevo se anticipaba variando de año en año.

En Inglaterra e Irlanda por el contrario tenían un día fijo, este era llamado Samhain (1 de noviembre). Aquí se conciliaban los dos calendarios: solar y lunar, dando lugar a un año de trece meses, uno de los cuales, a finales de octubre, solo tenía tres días y servía de preparación para el nuevo año.

El año se dividía en dos mitades: la oscura y la luminosa. La primera comenzaba con el año nuevo en Samhain y la segunda en el punto opuesto del calendario, Beltane (1 de Mayo).

Se celebraban también los Solsticios y los Equinoccios al igual que en la mayoría de pueblos antiguos. Estos eran llamados los cuatro Albans. Alban Arthuan daba nombre al Solsticio de Invierno (21 de diciembre). Alban Eiler, correspondía al Equinoccio de Primavera (21 de marzo) en el que el día y la noche son iguales. Alban Heruin era el Solsticio de verano (21 de junio) que es el día más largo. Alban Elver celebraba el Equinoccio de Otoño (21 de septiembre) en el que siendo el día y la noche iguales, a partir de aquí el día empieza a menguar.

En el año nuevo se acababa un ciclo y comenzaba otro nuevo. Empezaba también la mitad oscura del año en la que, por ejemplo, no se podía contraer matrimonio. Era época en la que había que concluir los negocios o pleitos comenzados. Época en la que uno se podía poner en contacto con los espíritus de los antepasados.

Otra fiesta era Brigantia (1 de febrero). Se celebraba la fiesta del fuego en la que se da la bienvenida al Sol que surge del invierno.
En Beltane (1 de mayo) se celebraba la fecundidad de la Naturaleza además del comienzo de la parte luminosa del año. Por último, en Lugnassadh (1 de Agosto) se festejaba la fiesta de la cosecha, era también la fiesta en la cual se celebraba el matrimonio del dios Lug y de la Madre Tierra, aunque también tenía connotaciones funerales pues, en esta fecha, el Sol comienza su camino declinatorio hacia el frío del invierno.

De todo lo visto con anterioridad podemos deducir la gran riqueza de simbolismo esotérico que poblaba estas festividades tradicionales, cultura en definitiva, que no eran meras manifestaciones de tipo externo o esotérico, sino que buscaban armonizar al hombre con su entorno natural aprovechando inteligentemente las diversas fuerzas de la Naturaleza para profundizar en sí mismos, al igual que en los misterios de la Madre Natura.

Para concluir podemos decir que en nuestros días hay un conocimiento compatible por ser continuador de las tradiciones antiguas, que es la sabiduría Taojudía de Verdad legada por nuestros Maestros Jha Kelium Zeus Induzeus y Samael Joav Bathor Weor; los cuales nos han develado los verdaderos misterios y sabiduría de la Naturaleza, creando un verdadero Templo que el igual que los templos celtas no se sustenta sobre columnas sino que éstas son los árboles y por bóveda el cielo infinito: el Sol, la Luna y las estrellas.

Sahvilin