Los Bolcheviques Masónicos deseaban tener la certeza que ellos podrían permanecer en el poder.
Por ello pidieron ayuda a los alemanes. Las tropas alemanas fueron enviadas para trazar un férreo anillo alrededor de Petrogrado, para que ninguna fuerza de oposición, incluyendo a los cosacos del General Piotr Krasnov, pudiese amenazar al gobierno Bolchevique (Igor Bunich, «el Oro del Partido», St. Petersburgo, 1992, pág. 24).
También fueron los alemanes quienes controlaron una revuelta entre los cadetes del ejército en la escuela militar de entrenamiento en Petrogrado, capturaron el Kremlin para los Bolcheviques en Moscú, combatieron a los cosacos de Krasnov y llevaron a cabo otras acciones vitales similares para la supervivencia de los Rojos.
El General Kirbach prometió que Moscú y Petrogrado serían ocupados por las tropas alemanas si el gobierno Bolchevique fuese amenazado. El débil régimen soviético fue protegido por 280.000 disciplinados soldados alemanes.
Parte de esas tropas alemanas fueron llamadas al principio ‘batallones internacionales’, pero en los libros de historia soviéticos, ellos fueron conocidos como «fusileros letones». Hubo solamente 20 Letones (de Latvia) entre estos «Internacionalistas», según el historiador Igor Bunich («El Partido del Oro» pág. 79).
En el otoño de 1918 hubo 50.000 hombres en este ejército internacional. Ese número había aumentado a 250.000 por el verano de 1920 (M. Heller y A. Nekrich, «Utopía en el Poder», Londres, 1986, pág. 95).
Hubo también un número considerable de soldados chinos y judíos polacos en esas tropas. Los últimos normalmente jugaron un papel importante.
El Coronel Heinrich von Ruppert, había viajado con un pasaporte sueco a Petrogrado ya en abril de 1917, para entregar instrucciones secretas a los prisioneros de guerra alemanes que después ayudaron a los bolcheviques en todos los sentidos imaginables según Igor Bunich.
Un informe norteamericano muy interesante que llegó a Washington el 9 de diciembre de 1917 declaraba entre otras cosas, que el General William V. Judson vio a muchos alemanes cuando él visitó a Trotsky en Smolny. (Antony C. Sutton, «Wall Street y la Revolución bolchevique», Morley,1981, pág. 45.) Los alemanes también proporcionaron armas a los «revolucionarios». La nave Yastreb trajo armas y municiones de Friedrichshafen y llegó a Rusia a tiempo para la toma del poder por los Bolcheviques.
Los alemanes consiguieron su anhelada paz por separado con Rusia el 3 de marzo de 1918, aunque Lenín había proclamado su decreto de paz inmediatamente, el 7 de noviembre de 1917.
Un desfile de los «internacionalistas», es decir, de los alemanes, para Lenín y su gobierno Bolchevique fue organizado para el 29 de octubre de 1917 (11 de noviembre 1917). Los alemanes habían recibido instrucciones para gritar: «¡Te saludamos, Revolución Mundial! » Pero en cambio ellos gritaron: «¡Te saludamos, Kaiser Wilhelm!«.
Lenín tomó esto como un insulto. (Igor Bunich, «El Oro del Partido», St. Petersburgo, 1992, pág. 24.) El presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson, también dio órdenes de no intervenir contra la revolución Bolchevique, según Antony Sutton.
Pero en el caso de que las cosas justo salieran mal, los Bolcheviques más importantes estaban provistos de pasaportes extranjeros para que ellos pudieran huir al extranjero tan inesperadamente como ellos habían vuelto a. (Igor Bunich, «El Oro del Partido», St. Petersburgo, 1992, pág. 8.) Nikolai Bukharin (en la realidad Dolgolevsky) había hecho planes para escapar a Argentina. Lenín calmó a sus criminales compañeros: «¡Nosotros siempre hemos tenido suerte y así permanecerá!» Así que, éstos eran en realidad, grupos criminales judíos que habían llegado al poder para chupar la sangre del cuerpo de la víctima. Otros judíos recibieron inmediatamente las posiciones privilegiadas.
Esto es realmente confirmado por el rabino Elmer Berger en su libro «El Dilema Judío», publicado en los Estados Unidos en 1946. Berger escribió que el gobierno soviético privilegió a los judíos por ser judíos, no sólo a través del hecho que los judíos dominaban el régimen soviético. Por un solo golpe de pluma, cualquier sugerencia de antisemitismo llegó a ser castigada con la muerte.