Adam Weishaupt también trabajó intensamente como miembro de la orden Masónica Gran Oriente para preparar la así llamada ‘revolución’. (Nesta Webster, «La Revolución» francesa, Londres, 1919, Pág. 20-21.) Al mismo tiempo, el Illuminati había ganado una fundación segura en Francia. Un judío portugués, Martínez Paschalis, había formado grupos del Illuminati por el país en 1787. El Conde Honore Gabriel Riqueti de Mirabeau (alias Leonidas) se tranformó en el líder Illuminati más importante.
Otro Illuminatus importante, el escritor y editor, Johann Joachim Christoph Presagie (1730-1793), alias Amelius, había viajado a París en el mismo año para organizar la revolución francesa y dar la señal ‘vamos’ para la rebelión dos años después, según el libro de Johannes Rogalla von Bieberstein «Die These von der Verschworung 1776-1945» (Frankfurt am Main, 1978).
Como Illuminatus, Presagie había tenido éxito haciendo los contactos con otros francmasones, también en Suecia. Él publicó la primera revista Masónica durante los años 1116-1119. Él también tomó parte en la convención Masónica en Wilhelmsbad en 1782.
Weishaupt había enviado al judío Giuseppe Balsamo (nacido el 8 de junio de 1743 en Palermo), quién se presentó bajo el falso título Conde Alessandro Cagliostro, en Francia para que los Illuminati controlaran las órdenes Masónicas francesas. Cagliostro- Balsamo había sido reclutado en Frankfurt am Main en 1781. («El Sendero de la Serpiente», Hawthorne, California, 1936, pág. 163.) Un año antes, se había declarado líder de la francmasonería egipcia. Cagliostro también tomó parte en el importante Congreso Masónico en París el 15 de febrero de 1785.
Cagliostro fue expulsado de Francia en 1786 en relación con el «asunto del collar».
Fue encarcelado en Roma en 1789, después de intentar levantar una Logia Masónica y fue sentenciado al encarcelamiento por vida. Cagliostro murió el 26 de agosto de 1795.
El lacayo más importante de Rothschild, Adam Weishaupt, también fue enviado a París con fondos ilimitados para sobornar a hombres importantes, organizar una revuelta y deponer al rey. Un comité secreto fue designado en la convención Masónica de febrero de 1785 para coordinar las acciones de la revolución. Esta incluía a San-Martin, Etrilla, Franz Anton Mesmer, Cagliostro, Mirabeau, Charles Maurice de Talleyrand (en realidad T.
Perigord), Bode, Dahlberg, Barón de Gleichen, Lavater, Conde Louis de Hesse, y representantes del Gran Oriente de Polonia y Lituania. («El Sendero de la Serpiente», Pág. 73.) Weishaupt siempre jugó el papel principal a las reuniones del Illuminati en París.
Él invitó a miles de asesinos a París.
Muchos pasquines contra la Reina Marie Antoinette comenzaron a circular en París (Svenska Dagbladet, 27 de sept de 1987). Después de esto, se lanzaron hojas impresas para incitar al pueblo a sublevarse. El objetivo de los francmasones era destronar al rey.
La máquina de propaganda fue hábilmente tendida. Marie Antoinette fue transformada en el símbolo de todo el mal en el reino.
Estos llamados revolucionarios que trabajaron para minar el orden establecido eran a menudo jóvenes y muchos entre ellos era judíos o francmasones, según el historiador Henrik Berggren, Ph. D. (Dagens Syheter, 20 de enero de 1987, «La Gramática de la Revolución»).
Los trescientos hombres que tomaron el poder bajo la Revolución francesa eran todos Illuminati. (Gerald B. Winrod, «Adam Weishaupt – «Un Diablo Humano», pág. 37.) Marat y Robespierre pertenecían oficialmente a la organización «revolucionaria» ‘Los Amargados’. La ‘Asociación de los Iguales’ también había estado activa en París desde 1786. Esta organización había ya decidido en el mismo año, dónde encarcelar a los «enemigos del pueblo.» Los líderes revolucionarios Mirabeau, Garat, Robespierre, Marat, Danton, Desmoulins y muchos otros eran Illuminati, según Gerald B. Winrod, «Adam Weishaupt – «Un Diablo Humano» (pág. 36).
Según Nesta Webster, Danton y Mirabeau eran originalmente miembros de la Logia Masónica «Les Amis Reunis» (Los Amigos Reunidos) sobre la cual el Illuminati también puso su marca. Louis Leon Saint-Just, llamado uno de los padres del totalitarismo, también era francmasón.
El Illuminati se tomó los clubes Jacobinos en 1789. 152 de estos clubes estaban activos el 10 de agosto de 1790, según la Enciclopedia Británica. Los Jacobinos tenían una red centralizada sobre toda Francia.
El primer club fue tomado por los colaboradores cercanos de Weishaupt, Bode y el Barón de Busche.
Los fondos de los Jacobinos sumaban 30 millones de libras en 1791. Los investigadores honestos han señalado que la historia de los Jacobinos es de hecho una parte de la historia del Illuminati. No debemos olvidar que uno de los títulos de Weishaupt fue «Patriarca de los Jacobinos». Los Jacobinos también llevaron gorras rojas las cuales llamaba las «gorras de la libertad» o gorras Jacobinas.
Según la propaganda actualmente conocida, Louis XVI era un tirano implacable y estúpido. En la realidad, él era afable, una persona bien intencionada, un hombre de familia expresivamente religioso y, además extremadamente ágil de mente y un literato, según la biografía del Rey del historiador francés Eric Le Nabour, «Le pouvoir et la fatalite» («El Poder y la Fatalidad»). Leía a menudo sus enciclopedias. Louis era tan miope que tenía dificultad para reconocer a las personas a una distancia de sólo unos pasos. Era un buen cerrajero y tenía conocimientos de mecánicas que sorprendieron a los expertos contemporáneos. Le gustaban la carpintería y el trabajo en madera. El rey no tenía interés en los glamorosos aspectos de vida en la corte. Louis tenía 16 años cuando se casó con Marie Antoinette de 14 años de edad. Nunca viajó al extranjero.
Los Illuminati han logrado presentar tan negativa como sea posible la imagen de Louis XVI y su Francia al mundo pos-revolucionario. No fue la extravagancia y el malgasto de la corte lo que causó el enorme déficit estatal, sino el apoyo de Francia a la Revolución norteamericana.
Los costos de la guerra contra Inglaterra fueron astronómicos. Louis XVI fue la primera cabeza de estado del Viejo Mundo en reconocer esta nueva república. Gustavus III fue el segundo.
Louis XVI habían reformado el sistema judicial, abolido la tortura en 1788, humanizó las prisiones y desarrolló un servicio de salud. Pavimentó el camino a la caída de la monarquía a través de las constantes pequeñas concesiones a los francmasones y a los Illuminati. La revolución no fue organizada en un país indigente, sino en una nación floreciente. Las exportaciones de Francia se habían multiplicado diez veces durante el siglo. La industria y la agricultura habían hecho grandes adelantos.
La red francesa de más de 40.000 kilómetros de caminos empedrados era admirada por un asombrado mundo. (René Sedillot, «Le cout de la Revolution francaise» / «Los Costos de la Revolución francesa», París, 1986.) Un presagio de la catástrofe por venir ocurrió casi exactamente un año antes, en la mañana del 13 de julio de 1788, una gran tormenta asoló por el país. En pocos minutos la temperatura bajó 13 grados, el sol se ocultó y granizos como piedras, del tamaño de la cabeza de un bebé, cayeron sobre los campos de cultivo más ricos del país -900.000 hectáreas fueron afectadas, los árboles fueron arrancados de raíz, las viñas fueron destruidas y las cosechas se estropearon. Más de mil pueblos sufrieron. Los tejados fueron barridos por el viento y las torres de las iglesias se derrumbaron. No pasó tiempo antes que los supersticiosos se demostraran en lo correcto – era una terrible señal de calamidad y violencia, de súbita muerte. Tampoco fue una buena señal que el precio del pan comenzara a subir día a día, las hordas de mendigos marchaban por los caminos y más de 100.000 indigentes marcharon a París.
Otro mal agüero fue que el invierno de 1788-1789 en Francia, fue sumamente severo. El puerto de Marsella se congeló totalmente. Todo el tráfico entre Dover y Calais se detuvo. Los molinos se congelaron y no podían moler el trigo, por lo cual la escasez de pan se puso desastrosa.
Por esto el populacho pudo ser incitado a sublevarse. Los alborotos siguieron a lo largo del invierno. El 1º de marzo de 1789, el teniente de 19 años, Napoleón Bonaparte, fue enviado a Dijon para aplastar un alboroto pero se negó a tomar el lado del rey.
Escogió entregarse a los revolucionarios.
Las fuerzas oscuras del Illuminati fomentaron los alborotos en el campo francés.
Las deudas debidos al déficit estatal consumieron la mitad del presupuesto francés. Todo este dinero encontró su camino a las manos de usureros prestamistas judíos.
Todos estos factores fueron explotados. El tiempo para el golpe había llegado para los conspiradores que habían unido a los clubes Jacobinos.
Como un firma del preludio, Mirabeau llamó al Estado General el 5 de mayo de 1789, justo después del treceavo aniversario de la fundación del Illuminati. Marx describió a Mirabeau como «el león de la revolución.» En el comienzo de la Revolución existían 282 Logias Masónicas en Francia, de las cuales 266 estaban controladas por el Illuminati, según Nesta Webster (la Revolución» «Mundial, Londres, 1921, pág. 28). Fueron esto mismos grupos quienes organizaron todos los alborotos y problemas.
El 13 de julio de 1789, a las 11 hrs., los conspiradores se reunieron en la iglesia Prix San-Antoine dónde prepararon un comité revolucionario y discutieron cómo organizar la milicia revolucionaria. Dufour del Gran Oriente presidió la reunión. Incluso la caída de la Bastilla fue planificada por estos francmasones, según el testimonio de Gustave Bord. (V. Ivanov, «Los Secretos de Francmasonería», Moscú, 1992, pág. 120.) Al día siguiente, el 14 de julio, el pueblo fue incitado a marchar hacia la fortaleza de la Bastilla con hachas en sus manos. Contrariamente a lo que el mito de los Illuminati dice acerca de esto, no hubo asalto y captura de la Bastilla. Simplemente capituló ante las amenazas de cuatro francmasones. De esta manera fue tomada la Bastilla. En la realidad, no tenía mucho sentido tomar la Bastilla – las autoridades ya habían decidido demolerla para construir una área de albergue.
Ni un solo prisionero político se encontraba en la Bastilla. Había sólo siete personas encarceladas. Cuatro de éstos eran tristemente famosos estafadores y falsificadores. El joven Comte de Solages había sido encarcelado a petición de su padre ya que había cometido severas ofensas (incesto). Dos de los presos de la Bastilla estaban mentalmente enfermos; uno de éstos era un irlandés con una barba de 1 metro de larga que afirmaba ser el propio Dios.
Los revolucionarios continuaron desinformando al pueblo mostrándoles una prensa, diciéndoles que era un instrumento de tortura. También afirmaron que una vieja armadura se había usado como camisa de fuerza para los prisioneros tercos.
En la realidad, los prisioneros la habían tenido bastante fácil. Tenían su propio mobiliario y les era permitido llevar su ropa normal. También recibieron varios tipos de comidas. Los calabozos habían sido usados para guardar vino. Los carceleros habían sido decentes y las visita de los amigos y parientes se habían permitido frecuentemente. La biblioteca era de un estándar alto. Los paseos diarios en el pequeño jardín de la Bastilla habían sido agradables.
Los francmasones, encabezados por Camille Desmoulins, agitaron al pueblo más y más intensivamente con los gritos de «Abajo la Bastilla! » El tumulto costó la vida de 83 asaltantes.
Otros 73 fueron heridos de los cuales 15 murieron después por sus lesiones (Svenska Dagbladet, 25 de junio de 1989). Poco antes, el gobernador liberal de la Bastilla, ¡Había invitado a los mensajeros de los francmasones incluso a cenar! Fue torturado y asesinado por la muchedumbre. Su cabeza fue cortada y llevada como trofeo en un palo a través de París. Después, tres funcionarios fueron asesinados y dos inválidos fueron colgados. Los «revolucionarios» ondeaban sus banderas rojas.
Después, los agentes de los francmasones fueron enviados por el país.
Su tarea principal era crear el pánico simultáneamente en la mayoría de las provincias. Durante este verano del hambre, comenzaron a diseminar mentiras en los pueblos y ciudades acerca de las bandas de mendigos y desempleados, llamándolos bandoleros e incendiarios, que mataban a las mujeres y niños. También mintieron sobre un inminente ataque por parte de los alemanes y de los ingleses. Dentro de 36 horas estos malvados rumores habían alcanzado las grandes masas a lo largo del país y habían creado un enorme pánico al 22 de julio.
Los panfletos impresos parecían ser declaraciones oficiales. Ellos decían: «Por orden de su Majestad, la quema de todos los castillos está permitida y colgar a cualquiera que se oponga, desde el 1º agosto hasta el 1º noviembre.» Las personas creyeron estas mentiras. Los campesinos tomaron las armas.
Atacaron y saquearon feudos y castillos. Quemaron inventarios y otros documentos y así también, quemaron su propia historia.
Detrás de la idea del «Día del Terror» estaba el francmasón Adrien Dupont, quien quiso aprovecharse del pueblo tanto como pudo por razones «revolucionarias», según Nesta Webster («La Revolución Mundial», Londres, 1921, pág. 31-32). Para acelerar su propio objetivo de tomar el poder, los francmasones controlaron cualquiera intento de reformas.
La Asamblea Nacional se mudó a una vieja escuela de monturas en la Rue de Rivoli en octubre de 1789. Los radicales se sentaron a la izquierda del presidente, los conservadores a la derecha. De esto el Illuminati creó «izquierda y derecha» como conceptos ideológicos en la política mundial. Todo lo que tenía que ver con la izquierda fue considerado progresista después de esto, la verdad es que era Illuminismo.
Los asesinatos comenzaron bajo el estandarte rojo de Rothschild y los eslogan de los Illuministas: «¡Libertad, Igualdad y Fraternidad!» y «¡Libertad o Muerte!» En Lyon los «enemigos del pueblo» fueron muertos con tiros de cañones, en Nantes, después de la matanza de 500 niños, 144 costureras fueron ahogadas en las viejas barcazas en el Río Loira. Su «crimen»: habían cosido las camisas para el ejército.
Las personas eran ejecutadas sin juicio, a pesar de la ostensible introducción de los llamados «tribunales revolucionarios» en septiembre de 1789. Uno de los jueces que presiden estos tribunales era el pervertido Marqués Donatien Alphonse François de Sade, quien había sido traído directamente de un hospital mental. De Sade fue responsable de darle nombre al concepto «sadismo». Posteriormente, también murió en un hospital mental.
El golpe de los Illuministas en Francia no trajo ninguna de las mejoras que los historiadores corruptos intentan hacernos creer; por el contrario produjo una orgía de violencia e intrigas.
Para hacer el asesinato más eficiente, los «revolucionarios» comenzaron a usar la guillotina en abril de 1792. La idea vino originalmente de Joseph-Ignace Guillotin, un profesor en anatomía. El doctor y francmasón Antoine Louis construyó la máquina para los asesinatos. El record de Henri Samson, el verdugo jefe, fue de 21 cabezas en 38 minutos.
El verdadero reino del terror, sin embargo, empezó el 10 de agosto de 1792, que es un día de Yahweh, cuando la monarquía fue abolida y la comunidad de París fue establecida. Los líderes de la Comuna incluían a 288 Illuminati encabezados por Chaumette, Danton y Robespierre. Los líderes de los Jacobinos y sobre todo «Les Enrages» (los enfurecidos) quisieron destruir a todos aquellos que habían mostrado cualquier tipo de dudas con respecto a la «revolución». Georges Jacques Danton, famoso como malvado, era Ministro de Justicia. Deseaba que todo sospechoso fuese encarcelado.
También se encarcelaron muchos sacerdotes y parientes de emigrantes.
De esta manera los líderes de la revolución ganaron acceso a enormes recursos.
El propio Danton se hizo increíblemente rico. Antes, ya había aceptado grandes sobornos de aquellos que deseaban salvar sus vidas. Al principio de septiembre de 1792, Danton animó a las chusmas para hacer una matanza de los «enemigos del pueblo».
Sólo en París, 2.800 personas fueron asesinadas entre el 2 y el 4 de septiembre, según la historiadora Nesta Webster. Entre las víctimas de esta carnicería estaba una amiga de la reina, la Princesa de Lamballe, quien fue atacada en la calle y fue cortada a pedazos.
Todo aristócrata era automáticamente culpable, pero sólo aquellos que amenazaban la posición de los Jacobinos perecieron. Los Jacobinos habían comenzado a cerrar las Logias Masónicas – ellas ya habían jugado su rol. En 1794 quedaban solamente 12 Logias, las más útiles al Illuminati.
El primo del rey, el Duque de Orleans que había comenzado a llamarse Philippe Egalite (igualdad) también fue guillotinado a pesar de haber renunciado a su título y en 1792 había dejado su posición como Gran Maestro de la Logia Gran Oriente que él había dirigido durante 20 años, desde la fundación de la Orden. Él sabía demasiado sobre las preparaciones para la revolución. Había trabajado con los Jacobinos con la esperanza que podrían permitirle tomar el trono como monarca constitucional.
Philippe Egalite explicó por qué dejó la Logia Gran Oriente de la siguiente manera: «… Yo ya no sé a quién pertenece el Gran Oriente. Por consiguiente, creo que la República ya no puede permitir ninguna sociedad secreta. Ya no quiero tener algo que ver con el Gran Oriente y las reuniones Masónicas». El Illuminati no podía perdonar esto y exigió la venganza sobre él, a pesar del hecho que su voto había sido decisivo en el proceso de deponer al rey.
Nada se dijo sobre los campesinos y obreros culpados, pero fueron ellos principalmente quiénes padecieron los castigos «revolucionarios.» Marat quería guillotinar a 100.000 personas para asustar a los enemigos de la «revolución».
Louis de Sanit-Just prometió en nombre de la República eliminar a todos los adversarios. El Terrorismo de los Jacobinos (El terror de los Illuminati) cobró la vida de 300.000 personas, según Nesta Webster («La Revolución Mundial», Londres, 1921, pág.
47).
El historiador René Sedillot, en su libro «El Costo de la Revolución Francesa», calcula que la «revolución», a causa del terrorismo y la guerra civil, cobró 600.000 víctimas por lo menos.
Charlotte Corday asesinó al poderoso y sanguinario francmasón Marat, el 13 de julio de 1793 .
Menos de uno de cada diez de aquellos guillotinados eran aristócratas. Esto fue revelado justo antes del 200 aniversario de la revolución. Esta información está basada en los protocolos de los tribunales revolucionarios que incluyen los nombres de todos aquellos ejecutados. Nueve por ciento de los «enemigos del pueblo» decapitados eran nobles, 28 por ciento eran campesinos y el 30 por ciento eran obreros. El resto eran sirvientes. (Dagens Nyheter, 1 de julio de 1989) En otros términos, los asesinados eran personas bastante simples. Sólo en París, se ejecutaban 30 personas todos los días. Los verdugos Jacobinos normalmente preferían las víctimas rubias.
En 1903, Lenín proclamó: «Un social demócrata ruso debe ser un Jacobino.» Éste fue simplemente el principio. Después de la «revolución» vinieron las guerras.
Los Jacobinos explicaban en sus inflamados discursos cómo «una guerra sería una bendición para la nación. La peor cosa que nos podría pasar ahora es que no podamos conseguir una guerra». El 20 de abril de 1792, Francia declaró la guerra a Austria.
Después de eso, invadieron Bélgica, Holanda y partes de Alemania. Todas esas guerras cobraron más de dos millones de vidas. Todos, los 27 millones de habitantes de Francia fueron hechos padecer esta locura.
Con la ayuda de las tropas «revolucionarias» francesas, la República o Comunidad de Mainz, Alemania, fue proclamada el 18 de marzo de 1793.
El 18 de marzo tenían una importancia especial para los conspiradores Illuministas.
En el mismo día, en 1314, el Gran Maestro judío de los Caballeros Templarios, Jacques de Molay, fue quemado en la hoguera. Debido a esto, algunas de las acciones más importantes del Illuminati fueron planeadas justamente este día, como una forma de venganza por su ejecución.
Se organizaron revueltas para que irrumpieran el 18 de marzo de 1848 en varios países europeos. Un golpe fue organizado en París en este día (1871) después que el Illuminati proclamó la Comuna de París.
Gracias a los esfuerzos del ejército Prusiano, el nido de la serpiente en Mainz fue liquidado sólo cuatro meses después – el 23 de julio de 1793. Goethe acompañaba al ejército Prusiano ya en 1792 en su campaña contra los «franceses sin ley». (Dagens Nyheter, 4 de febrero de 1989.) El 17 de enero de 1795, un revolucionario «Estado-hermana» fue fundado en los Países Bajos – la república de Batavia, dónde Ámsterdam se transformó en su capital.
Napoleón dirigió la conversión de este estado en el reino de Holanda en 1806.
Los «revolucionarios» judíos inmediatamente facilitaron que todos los judíos recibieran la ciudadanía plena y así tendrían las manos libres para actuar.
Maximilien Marie Isidore Robespierre (1758-1794) publicó un trabajo titulado «Para Proteger los Derechos Políticos de los Judíos» ya en en 1789. La protección de los derechos de los judíos fue considerada obviamente la prioridad principal. Louis Joseph Marchand, amigo de Napoleón Bonaparte, escribió en 1895 que Robespierre, en la realidad, era un judío de nombre Ruban, de Alsacia («A la Sombra de Napoleón», San Francisco, 1998).
El eslogan que mejor resumió los objetivos de los Jacobinos fue: «¡Todo el Poder a la Burguesía!» (¡a los Illuminati!). Y el poder ciertamente se centralizó en Francia, según Leo Gershoy, «La Era de la Revolución Francesa 1789-1799» francesa (Nueva York, 1957, pág. 41).
Todo lo que era no-esencial fue presentado de pronto como esencial.
Sin embargo, el trabajo budista Dhammapada (11-12) dice de esto: “Aquellos que toman lo no real por real y lo real por no-real y por ende caen víctimas de nociones erróneas, nunca alcanzarán la esencia de la realidad. Habiendo comprendido lo esencial como lo esencial y lo no-esencial como lo no-esencial, ellos siguiendo el pensamiento correcto lograrán así la esencia”.
Los judíos Illuministas lograron que todo lo que era bueno en Francia fuese destruido durante la «revolución». Lo que era bueno desapareció en la misma proporción como creció el mal. La red de caminos fue dejada sin reparar, el comercio de ultramar cesó casi completamente y tomó hasta 1809 para que la producción industrial alcanzara los niveles pre-revolución nuevamente, según el historiador René Sedillot (Le cout de la Revolution Francaise»/»El Costo de la Revolución Francesa»).
Muchos pueblos fueron arrasados totalmente, se destruyeron iglesias y castillos a propósito. La herencia cultural fue asolada, incluyendo los edificios medievales. La estructura arquitectónica Romanesca más grande, la abadía del siglo X en Cluny, fue destruida. Sólo una torre resta hoy. Aquellos bárbaros incluso comenzaron a romper el Palacio Papal en Aviñón. El campanario de Notre-Dame en París fue considerado altamente ofensivo y lo destruyeron.
Al mismo tiempo, los «revolucionarios» empezaron el pillaje de los tesoros de arte en los castillos. La escritora judía, Anatole France describió en su libro «Los Dioses Sedientos» cómo los inspectores con cintas tricolores alrededor de sus cuellos comenzaron a ingresar a las casas de los adinerados en búsqueda de las riquezas.
Encantados comerciantes de arte extranjeros, compraron las esculturas y fragmentos de las pinturas.
Carga tras carga de colecciones de arte confiscadas, fueron embarcadas a través del canal a Inglaterra. La «revolución» fue lucrativa para los Illuminati y los especuladores.
Todo esto fue repetido durante y después de la llamada revolución rusa. La poderosa dinastía de las finanzas, los Rothschilds, nació a partir de la «revolución» francesa. Los Rothschilds, aún hoy siguen controlando detrás de bastidores, especialmente dentro de la Unión Europea.
El gobierno alcanzó un déficit que hizo que las deudas de antes de la revolución parecieran bastante modestas en comparación. La deuda equivalía a 800 toneladas de oro, o el 40 por ciento de la producción total del oro del mundo durante todo el siglo 18.
Los verdaderos perdedores en la «revolución» fueron las herramientas del Illuminati – el pueblo común. Los derechos de tierra de los pequeños campesinos fueron quitados. La caridad de la iglesia cesó abruptamente y cualquier intento de mejorar las condiciones para aquellos que solicitaban préstamos fue considerado como una conspiración contra el estado. El rango de ‘propiedad abandonada’ se infló. Durante los días de Napoleón, uno de cada cinco parisienses vivía mendigando.
El mito mantiene que esto fue hecho para quitar el yugo de la tiranía y proteger los derechos humanos. En el hecho real, el reino del terror Illuminista abolió los derechos humanos en su totalidad. Se prohibió que los obreros se organizaran e hicieran huelgas por mejores condiciones. Esta prohibición se legisló el 14 de junio de 1791. (Etienne Martin-Saint-Leon, «Les deux C.G.T., syndicalisme et communisme», París, 1923, pág. 7.) A los actores de teatro se les dio libertad en un principio, pero después, los actores comenzaron a ser castigados por las producciones indeseables. La Academia de Arte fue cerrada y cualquiera que quisiera podía hacerse llamar ‘un artista’. Cualquiera que deseara podía hacerse llamar doctor y mezclar medicinas, lo que tuvo un efecto muy negativo en el estado de salud general en Francia – pero entonces, quizás, ¿Era ésta la intención? El 21 de enero de 1793, el verdugo judío y francmasón, Samson, y su hijo Henry, ejecutaron a Louis XVI. Samson dijo: «¡Louis, hijo de un santo, sube al cielo!» La ejecución del rey fue celebrada todos los años hasta el golpe de Napoleón en Bruimare (noviembre) 1799. (Dagens Nyheter, 25 de enero de 1989) Incluso la palabra «roi» (Rey) fue abolida. Marie Antoinette fue ejecutada el 16 de octubre (Día del Juicio Final de Yahweh) en 1793.
El joven filósofo húngaro Ferenc Feher, discípulo de Lukacs, viviendo en Nueva York, afirmó en 1989 que Louis XVI fue juzgado políticamente y no judicialmente. Debido a esto, él determinó que fue terrorismo, no democracia lo que se introdujo en Francia.
Feher cree que lo que construido después de la revolución francesa fue simplemente una infundada anarquía. (Expressen, 21 de agosto de 1989) El dramaturgo Eugenio Ionesco observó en 1990, que esta revolución fue un gran error que llevó a diseminar la falsa doctrina más terrible en la historia.
El Illuminati quería un estado policial total. Éste fue el trabajo de los «hermanos insinuadores» bajo el nombre de «Comité de Seguridad Nacional » con su jefe principal, Chauvelin. Al mismo tiempo, la sociedad comenzó a ser minada a través de las Logias secretas que comenzaron a preparar una dictadura y una revolución mundial que se pensaba derrocaría el orden social absolutamente.
Esta revolución mundial fue diseñada para ser implementada por un puñado de conductores del Illuminati. (Svenska Dagbladet, 16 de agosto de 1989) El homosexual Robespierre fue públicamente considerado como un tirano o dictador.
Los nuevos gobernantes exigieron, que el populacho se dirigieran unos a otros como «ciudadanos». El año comenzaría en un nuevo día, los meses fueron renombrados, y la semana se cambió por un período de 10 días. Una hora comprendería 100 minutos.
Todas estas idioteces fueron abolidas por Napoleón en 1806.
Los campesinos en la provincia de Vendee habían tenido bastante de toda esta estupidez «revolucionaria»: su rey había sido asesinado, la educación había sido abolida y sus hijos mayores habían sido todos enrolados en el ejército. El 10 de marzo de 1793, se rebelaron. Al principio tuvieron bastante éxito, pero cuando los Jacobinos comprendieron que el populacho estaba empezando a amenazar sus posiciones, impusieron su dictadura que empezó el 31 de mayo de 1793 y duró hasta marzo de 1794.
El terrorismo durante ese período fue peor al antes visto. Virtualmente como criminales enrabiados asesinaron a todos en la provincia de Vendee. Sólo 12.000 personas en toda la provincia sobrevivirían a los ataques. Un general informó a París: Vendee ha dejado de existir». Otro escribió que su banda de asaltantes armados logró asesinar a 2.000 personas diariamente. Una nueva rebelión le siguió durante los años 1794-95. En total, se extinguieron 600.000 vidas en la provincia de Vendee.
En sus luchas por el poder, algunos «revolucionarios» comenzaron a ejecutarse unos a otros.
Algunos líderes, sobre todos aquellos que quisieron limitar la magnitud del terrorismo, fueron apartados con la guillotina (Georges Danton, Camille Desmoulins y otro Dantonistas fueron a la guillotina el 5 de abril de 1794 como «enemigos del Pueblo»). Este horrible fin también le esperaba a Robespierre.
El 27 de julio de 1794, el líder de los Jacobinos fue arrestado junto con otro líderes de la Comuna (su hermano Augustín, Saint-Just y Georges Gouthon) y fueron guillotinados sin juicio. El reino del terror había terminado. Los directores disolvieron la Comuna de París el 26 de octubre de 1795.
El famoso historiador francés, Urbain Gohier, reveló en su libro «La Vieja Francia» (1922) cómo un cierto discurso, que Robespierre sostuvo durante dos horas en la convención del 26 de julio de 1794, había significado su fin. Condenó a todos los ávidos agentes extranjeros que intentaban dirigir el desarrollo del comercio en Francia demasiado intensivamente y exigió que esos agentes se declaren sin valer. Al día siguiente fue arrestado junto con su hermano, Saint-Just y Georges Gouthon. Todos ellos fueron ejecutados sin juicio el 28 de julio. Este discurso se ha omitido de la versión oficial de los eventos. Oficialmente, los «revolucionarios» justificaron su sed de poder como «moral», pero las personas fueron obligadas ser «virtuosas» y cambiar sus mentes.
Estas experiencias fueron explotadas posteriormente en Rusia cuando los Illuminati, que se llamaban a sí mismos Bolcheviques, rindieron homenaje al hombre responsable de este terrorismo revolucionario: una estatua de Robespierre (Ruban) cuya familia había inmigrado a Francia desde Irlanda, fue erigida y un macizo crucero acorazado (así como varias fábricas) recibieron el nombre Marat (en la realidad Mosessohn).
¿Qué han dicho los ideólogos judíos sobre esta «revolución» en Francia? Los archivos israelitas lo admiten muy ambiguamente, el 6 de junio de 1889: «La Revolución francesa tiene un carácter Hebraico muy expresivo». El objetivo de esta nueva política, perseguido por el propio bien del pueblo (propio bien del Illuminati), fue indudablemente totalitario (Svenska Dagbladet, 14 de marzo de 1989).
Después, se levantó la pregunta si esta conspiración para derrocar a la iglesia y el estado había empezado en alguna parte en Alemania (Svenska Dagbladet, 16 augusto 1989). Otros estados buscaron ahora defenderse contra los Illuminati. Los Turcos desecharon las sugerencias de Rusia de tomar una acción conjunta contra Francia.
Gustavus III estaba también preparado para enviar a 16.000 soldados suecos para ayudar a forjar una alianza europea y aplastar la Revolución Francesa. Prohibió la Marseillaise en Suecia.
Debido a esto, la decisión tomada anteriormente para asesinar al rey se llevó a cabo. El 16 de marzo de 1792, Gustavus III fue fatalmente herido en una fiesta de máscaras por el francmasón, Jakob Johan Anckarstrom. El rey había sido advertido sobre el posible intento de asesinato, pero no había tomado estas advertencias en serio. Un busto de Anckarstrom está en la sala de entrada de la Logia del Gran Oriente en París.
En 1818 los francmasones pusieron a uno de sus agentes de Francia en el trono sueco – Jean Baptiste Bernadotte.